Diario de León

| Reportaje | Patrimonio adormecido |

Edificios en lista de espera

Tres monumentos emblemáticos de la ciudad reabrirán en los próximos meses, tras sufrir las oportunas obras de restauración, convertidos en museos. Otros, aguardan igual suerte

León

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Durante años edificios singulares de León han sufrido el desgaste inexorable del tiempo, a la espera de ser restaurados para poder recuperar el esplendor que tuvieron cuando fueron construidos. Abandonados algunos y en estado de ruina otros, son los últimos supervivientes de la mejor arquitectura de su época. Sin embargo, las administraciones les han condenado al olvido, hasta que, como ocurrió con el palacio de Don Gutierre, el desplome fue inevitable. Tres de estos monumentos -todos ellos protegidos por ley- reabrirán sus puertas en los próximos meses convertidos en museos. Es el caso del Palacio del Conde Luna -que inicialmente iba a ser Museo de la Semana Santa y cuyo destino es de momento un misterio-; el que fuera Teatro Principal -el antiguo ayuntamiento de San Marcelo- albergará el Museo de la Ciudad; y el viejo almacén de los Pallarés, que abrirá a finales del próximo año convertido en Museo de León, mostrará miles de piezas hoy desperdigadas entre San Marcos y Sierra Pambley. El único teatro que queda en pie en la ciudad, el Emperador, aguarda a que tasadores independientes dictaminen su precio, para que el Ayuntamiento y la empresar propietaria (Elde) lleguen a un acuerdo económico y pase a ser de titularidad municipal. El Emperador, que no ha visto una obra de mejora en las últimas décadas, necesita imperiosamente «una mano». Juan Ramón Gómez Fabra, actual dueño del teatro, valoró el edificio en 18 millones de euros. Fue su última oferta conocida. Otro edificio único, la casa de estilo neomudéjar de la calle San Agustín, resiste en envite del tiempo sin que ninguna institución haya mostrado interés por rehabilitarla, siguiendo el ejemplo del chalé de los Fierro, que en breve será la nueva sede de la Cámara de Comercio, tras una restauración integral. La casa de San Agustín y esquina con Alcázar de Toledo es de un estilo arquitectónico muy singular. Es uno de los últimos «chalés» de aquel León que la especulación urbanística fue demoliendo poco a poco. Lo construyó en 1917 el promotor Victoriano González Vega. Desde hace varias décadas está deshabitado. Paradójicamente, todos estos inmuebles singulares son «intocables», porque la ley de Patrimonio los protege, pero lo han sido hasta tal punto que algunos no han visto una mano de pintura en décadas. La conversión de la sede del Banco de España en oficina del Inteco también salvará del olvido este edificio construido en 1946. También el antiguo Instituto de Higiene, el palacete de Independencia, se transformará en Museo de Díaz-Caneja y pintores leoneses contemporáneos. La obra corre por cuenta de la Diputación.

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