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León

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El centurión Marcelo se niega, en una fiesta en honor del natalicio del Emperador, a tomar parte en ceremonias religiosas incompatibles con su conciencia de cristiano y, pasando más adelante, arroja ante las propias banderas de la legión sus insignias de soldado -cinto y espada- y las de su grado de centurión -el ramo de vid o sarmiento-, proclamando a voces que no quiere ser más soldado del Imperio sino de Jesucristo. El acto de arrojar Marcelo el cinto militar y el interrogatorio en presencia de Fausto tuvieron lugar en el cuartel general de la Legio Séptima Gemina acampada en León. Según afirma el P. Delehaye, esta última indicación topográfica debe de pertenecer a la redacción primitiva del texto, pues siempre en los procesos verbales se especificaba al principio el sitio donde tenía lugar el juicio. De León fue llevado Marcelo a Tánger, donde sufrió el segundo interrogatorio, ante el viceprefecto del pretorio, Agricolano. Por este viaje se explica perfectamente el intervalo de tiempo transcurrido entre ambos interrogatorios, pues el de León se efectuó el 28 de julio y el de Tanger, dos meses más tarde. La depuración del ejército es probable que hubiera empezado ya. Sin embargo, el caso del centurión Marcelo es semejante al del quinto Maximiliano. Uno y otro son castigados por delitos de código militar, no estrictamente por motivos religiosos, si bien son éstos los que impulsan a los soldados cristianos a ejecutar los graves actos de indisciplina que les conducen al martirio. «Yo sirvo al Rey Eterno, Jesucristo, y no seguiré al servicio del Emperador. Desprecio a los dioses de madera y de piedra, que no son más que ídolos sordos y mudos». Inmediatamente fue detenido y el gobernador lo condenó a morir por la espada, lo que ocurrió el año 298.