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Pintor

«Padecemos una bulimia cultural que puede acabar en anorexia»

Este berciano, premio Castilla y León de las Artes, advierte del peligro de los «lavacocos que fabrican artistas» y asegura que algunos «museos actuales son como pudrideros»

Publicado por
Paco Alcántara - madrid
León

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José Sánchez-Carralero (Cacabelos, 1942) imprime la misma pasión y certeza a su discurso que a su mano cuando coge el pincel para pintar. Con más de cuarenta exposiciones y premios tan importantes como el BMW de pintura y el de Castilla y León de las Artes en la edición 1996, siente la pintura «como una terapia psíquica», mientras desde su Cátedra en la Universidad Complutense de Madrid alerta a sus alumnos contra esos «lavacocos que fabrican artistas». -De nuevo, el paisaje se pone de moda, ¿le sorprende? -Siempre que se produce una crisis cultural, el ser humano tiene que dejar de verse el ombligo y mirar hacia fuera. En este momento, otra vez el paisaje comienza a tomar gran primacía. No como algo denostado ni como tema cómodo, sino como respuesta a que el ser humano ha llegado a tener tanta prepotencia que se olvida de dónde viene. -¿Participa de las nuevas fórmulas de expresión artísticas, como el video, la fotografía y las instalaciones? -Hay que darles siempre la bienvenida porque si no estaríamos en la prehistoria. Pero son medios, no fines. Cuando aparece uno nuevo hay quien se cree que ha descubierto la pólvora por la facilidad para expresarse que el medio le da, y eso trae consigo falta de profundidad. No es que estas fórmulas sean sinónimo de esa falta, pero en muchos casos caen en manos de gentes que no han logrado penetrar en la expresión y para abrirse campo lo hacen dando codazos. -Como pintor y como maestro, ¿le agrada la proliferación de tantos museos de arte contemporáneo? -Me parece que es una moda muy peligrosa porque, además, se agotan antes de nacer. No son producto de una sedimentación y provoca que surjan museos clónicos en cuanto a nombres y prototipos. Muchos museos actuales son como pudrideros. Se escoge una obra que el tiempo no va a mantener viva. Son más producto del compromiso político y económico, que del cultural. -Por lo tanto, tanta oferta cultural no es sinónimo de buena salud. -Estamos en una época de bulimia cultural muy preocupante. La reacción a la bulimia es la anorexia. El que mucho come lo devuelve y al final se muere de inanición, ¡qué paradoja! Hay tanta oferta que si no generamos jugos gástricos para pulir todo lo que recibimos, nos convertimos en víctima de ello, nos manipulan. -¿Mantiene la pasión juvenil que sintió por Velázquez? -Es una referencia. Usó la pintura como lenguaje para dar a entender el humanismo. Me gusta ir al Museo del Prado y hablar con el bufón Calabacilla. Hice hasta una copia. Es un personaje que está saliéndose del cuadro. Cuando comienzas a mirarlo, te das cuenta de que es deforme, tiene estrabismo en la mirada, ¿cómo se las ha apañado el artista para dignificar sin mentir? Goya convierte los personajes en monstruos y Velázquez convierte los monstruos en personas. -¿Qué es para usted el Bierzo, de donde proviene? -Es pisar mis orígenes. Necesito volver de vez en cuando para recuperar esa base. Siempre he pensado que nuestra codificación mental se genera en nuestra más tierna infancia y es ahí cuando aprendemos a ver. El ser humano debe tener un pie en el origen y otro en el infinito, con lo cual no establece fronteras. Entiendo lo universal como lo local sin fronteras. -¿Cómo lleva que un vino del Bierzo se llame «Carralero» y la etiqueta corresponda a un paisaje suyo? -Yo nací encima de una bodega y lo primero que respiré fue alcohol. A su vez, mi padre fue el primer enólogo de la Cooperativa del Bierzo. Me agradó que mi pueblo me pidiera esta etiqueta. Y ha servido de reconocimiento al trabajo de mi padre para colocar los cimientos de lo que hoy son unos vinos de gran calidad.

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