Voces desde la otra orilla
La joven orquesta salmantina y el Coro Municipal de León ofrecieron el martes un desigual concierto en el Auditorio
El esperado y tan publicitado concierto de la Joven Orquesta de Salamanca, el Coro Municipal de León y las voces de los solistas Ana Castillo, soprano; Pilar Vázquez, contralto; Ismael Arróniz, bajo; y Arturo Garralón, tenor, todos ellos a las órdenes de Luis Miguel Abello, tuvo lugar el martes, fuera de la programación habitual del Auditorio y con carácter gratuito. Como era de esperar, el Auditorio llenó su aforo a pesar de que el concierto comenzó media hora antes de lo anunciado por el gabinete de prensa del propio centro, que continúa en su línea de total descoordinación en lo que a las informaciones que se envían a los medios se refiere. El concierto tuvo dos partes bien definidas. La primera, totalmente sinfónica, no alcanzó el nivel de la segunda, donde las voces fueron las protagonistas de la noche. Una noche que comenzó, según los programas de mano, con el Idilio de Sigfrido de Richard Strauss, un verdadero hallazgo que sin duda conmoverá a la comunidad musical de los cinco continentes y hará reír hasta llorar a los wagnerianos de pro que ven como al autor de Parsifal le hurtan la hermosa obra escrita para su amada Cósima como regalo de Navidad. Para el Guinness. Pues bien, el famoso y poco escuchado, al menos por estos pagos, Idilio de Sigfrido de Wagner, no tuvo precisamente en la cuerda su mejor baza, ya que en todo momento la sección de primeros violines y violas estuvo desafinada y falta de coordinación. Los breves solos del concertino presentaron fuertes desajustes, mientras la flauta y en especial el oboe, en su deliciosa canción de cuna, mantuvieron el grado de corrección del entramado sonoro. La trompeta, en su breve intervención, tampoco estuvo afortunada y el sonido resultó emborronado y sin brillo. La dirección de Abello aún se resiente de envaramiento y poca matización. Continuó el concierto con tres obras, mejor interpretadas, de la, ahora sí, otra familia Strauss: La polka Pizzicato , algo mortecina, el Bello Danubio azul y la Obertura del murciélago , ambas dentro de una correcta lectura. Música sacra y coral La segunda parte con las voces, señoreándolo todo, nos introdujo por la senda de la música sacra con la Misa Sancti Nicolai de Haydn, una obra hermosa que aunque no deja demasiado lucimiento a los solistas (excepto a la soprano), el coro sin embargo mantiene en todo momento el cuidado entramado del contracanto de los solistas. El coro de voces blancas y adultas cantó muy bien, empastado, afinado y con entradas precisas, lo que contribuyó a resaltar la belleza de toda la obra. Los solistas, espléndidos, con la sorpresa añadida del tenor gaditano Arturo Garralón, de voz muy timbrada, clara y muy bien colocada, al igual que la del bajo leonés Ismael Garralón, profunda y flexible. Las dos voces femeninas, Ana Castillo y Pilar Vázquez, destacaron por su clara vocalidad y extensión la primera y por su estremecedor centro y zona grave la segunda. Fue todo un recital canoro de excelente nivel. La orquesta quedó a veces sepultada entre las voces, pero cumplió su cometido de acompañar sin sobresaltos cada intervención.