«Antonio nos enseñó que cambiar, evolucionar, mejorar, es posible»

«En este país nuestro el cambio se ve a veces como una claudicación, como la actitud de alguien que no tiene lenguaje propio», comenta Luis Artigue. «Pero en González-Guerrero la evolución es lógica, sentida y vital». «Con inteligencia y sensibilidad -prosigue-, el mensaje que nos proporciona este autor es precisamente ése: el de que se puede cambiar, evolucionar, mejorar». La primera de las antologías del berciano ha sido difícil de realizar, pues la obra de Guerrero aparecía desperdigada aquí y allá en editorales minoritarias a pesar de que estaba en posesión de distinguidos galardones como el Premio Internacional de Poesía Juan Alcaide, el Premio Nacional Ciudad de Toledo o el Premio Ciudad de Astorga. Titulado en Estudios Franceses Modernos y traductor, González-Guerrero se mantuvo apartado de los ambientes académicos pero muy cercano al pueblo, llano y proteico. Con ello y con su vasta cultura literaria elaboró una obra valiente, armoniosa y llena de una sugerente verdad: «No me niegues la luz, nunca me niegues/ la luz de tu presencia; y si estoy triste,/ hagamos del amor una vasija/ donde poder beber a todas horas».