INTERFERENCIAS
Cultura
DOS campañas salieron en la tele durante estas fechas. Una del Ministerio del ramo invitando a consumir cultura y a respetar la propiedad intelectual, y otra de Televisión de Galicia a favor del libro gallego como objeto digno de ser regalado. Considerando que los adictos al medio se cuentan por millones, cabe suponer que algo habrán conseguido aunque realmente nunca lo sepamos a corto plazo. Más todavía si asumimos el tópico de la enemistad del medio con la cultura en general y el libro en particular. Vamos, que la tele atonta al personal y reduce su cabeza a un apéndice útil para ser peinado¿ Pero retornemos a Roberto Rossellini, cuando a comienzos de los años sesenta, decepcionado con el cine al uso, decide entregarse a la televisión como vehículo didáctico, firmemente convencido de sus virtudes salutíferas hacia el ser humano y la sociedad en general. Visto como anda el patio actualmente, el gran director italiano se habría muerto del disgusto porque hace tiempo que la cultura huyó del medio. Por eso es inevitable el desconcierto ante estas apelaciones a la cultura y al libro, pero desde la publicidad¿ Como cualquier perfume, un microcrédito o la grill de Foreman. ¿No sería más coherente integrarlos en la parrilla con rango de contenido normalizado?