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¿Wolfgang Amadeus, por casualidad?

La Orquesta Clásica de Finlandia ofreció un «maratón» Mozart que no estuvo a la altura del 250 aniversario del compositor

La Orquesta Clásica de Finlandia en el escenario del Auditorio

La Orquesta Clásica de Finlandia en el escenario del Auditorio

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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Cada vez es más difícil escuchar un buen Mozart. Han llegado a divulgarlo de tal forma que parece como si cualquiera pudiera interpretarlo como si tocara Clavelitos en un armonio, y ¡qué lejos de la realidad está toda esa parafernalia!. Las conmemoraciones son necesarias porque ayudan a conocer mejor a quien se le rinde semejante tributo, pero no siempre sucede así. Mejor, casi nunca sucede así. Ya ocurrió algo parecido en el 91, cuando se conmemoró su muerte de tal suerte que nos atiborraron de su música ad nauseam, pero algo nuevo se escribió sobre su vida y sobre todo sobre su forma de componer, y eso contribuyó en alguna medida a conocer un poco más otros aspectos ajenos a su música, pero de ahí a que te lo encuentres hasta en la sopa, ¡si, ha oído bien! ¡hasta en la sopa!, porque en Austria se ha llegado a comercializar un consomé con su nombre, va un trecho. Y ahora, en esta nueva celebración su tremendo legado musical está volviendo a ser utilizado sin escrúpulos por sintonías de móviles, anuncios televisivos, marcas de zapatos, consomés, bombones, perfumes, pasteles, camisetas, y sobre todo su música a la que grupos de cámara, orquestas sinfónicas, cantantes, y formaciones de toda índole la «ejecutan» sin piedad. ¡Pobre Amadeus! A ello también ha contribuido, y mucho, todas esas ediciones baratas y adulteradas de sus sinfonías, sus arias, sus conciertos y sobre todo sus óperas, que dicen que son para niños, para principiantes, para iniciados, para «entender a Mozart....» cuando la realidad es que es para enriquecer a unos cuantos y vivir a su costa 250 años después de muerto. Porque eso que llaman música, la sirven enlatada y sin enlatar y endilgan sin miramientos al primer incauto que cae por una tienda de discos o grandes superficies, no las reconocería ni su propia madre, perdón, quiero decir su excelso padre, porque es infumable, pretenciosa y servil. El pasado viernes la Orquesta Clásica de Finlandia, siguiendo la tradición despertada, nos llenó de Mozart hasta el cogote. Seré breve. Si en lugar de tanta floritura, tanto protagonismo del director flautista, (¡hay aquel chiste!) se hubiera dedicado a empastar mejor las entradas, se hubiera preocupado de que los primeros violines no cometieran tantas pifias y se hubiera dejado de mover como un poseso, el resultado hubiera sido otro porque Patrick Gallois es un virtuoso de la flauta al que le sobran cualidades y le falta comedimiento. Respecto al clarinetista Michel Lethiec, al que ya conocimos en León hace algunas décadas con el Cuarteto para el fin de los Tiempos, sólo añadir que es un maestro de maestros. Atento, humilde y agradecido, pero sobre todo un fabuloso intérprete que bordó el concierto para ese instrumento del susodicho. Y concluyó el maratón Mozart con su concierto nº 27 para piano y orquesta con el inadecuado Mauricio Moretti que no supo encontrar ni la medida, ni el fraseo, ni el espíritu de la obra y se limitó a poner cara de virgen distraída y arremeter a grandes velocidades en los pasajes más cantábiles, mientras la orquesta iba a lo suyo por donde Dios le daba a entender. Con sinceridad yo escuché seis conciertos en lugar de tres. A ver si la próxima me centro.

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