Diario de León

Actor

«Me gustaría muchísimo volver a contar una historia sobre los maquis leoneses»

El actor de Sahagún acaba de conseguir su segundo Goya en un momento en el que asegura que un premio le hacía mucha falta. Confiesa que lee a casi todos los escritores leoneses

León

Creado:

Actualizado:

El Goya no podía ser más oportuno. La Academia se lo concedió como mejor actor de reparto, por el filme El método . Aunque, por poco, no llega a tiempo para recogerlo -estaba preparándose en ese momento para entregar uno de los premios- y tuvo que correr por los pasillos. El actor leonés Carmelo Gómez Cebada reconoce que ha pasado «una mala racha», si es que las malas rachas existen... Hubo un tiempo en el que rechazaba papeles, pero a su edad, recién cumplidos los 44, hay pocas ofertas para interpretar a protagonistas y, a veces, ni siquiera a secundarios. Pero ha vuelto a las tablas. Recientemente estrenó en León, junto a Flotats, La cena. Con una sinceridad que asombra, por lo poco habitual, confiesa que, quizá, estuvo un poco «exagerado» en las dos funciones que ofreció en el Emperador. Quería darlo todo. Su gran sueño es interpretar a Don Quijote o al Rey Lear. Le gustaría trabajar otra vez a las órdenes de Imanol Uribe. Y tiene otro sueño, «volver a contar una historia sobre los maquis leoneses». -Parece que el Goya le pilló fuera de juego.... Y que por poco se lo pierde. ¿Tan pocas esperanzas tenía de ganarlo? -Me costó encontrar el escenario. Tenía que dar un premio y lo estaba preparando. Empecé a oír mi nombre y salí a toda prisa. -¿Realmente con este Goya le vino Dios a ver? -Hace bastante que Dios no me viene a ver. Pero la expresión es muy justa, por la situación en la que estaba. Tenía pocas esperanzas, pero la verdad es que son premios que a uno le vienen muy bien, porque la moral, en ocasiones, puede estar bajo mínimos. Hay veces que tienes pocas ganas de luchar y no sabes exactamente cuál es la motivación por la que estás en esto. En ocasiones, un premio te ayuda a que todo sea mucho más fácil. -Las actrices se quejan de que a partir de los 40 no les ofrecen ya papeles protagonistas, ¿les ocurre también lo mismo a los actores? -Sí, también. Aquí ya empezamos a valorar lo que es el cine. Creo que tenemos que hacer justicia a nuestra propia sinceridad. El cine de ahora es muy preadolescente, para gente muy joven y con unos planteamientos sobre la vida un poco elementales. No digo que sea malo, sino que sólo se hace éste. En ese mundo, los de 40 años, que no podemos ser padres ni hijos, no tenemos cabida. En ese cine, los pocos papeles secundarios que hay tampoco se molestan en llamarnos para ofrecérnoslos, porque no tienen presupuesto para pagarnos. Llevo sin hacer cine español cuatro años; y es mucho tiempo. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué el cine va mal? No, simplemente, que en el cine que se está haciendo ahora yo no entro. -Sea sincero, ¿cuántas de las películas que luchaban por un Goya ha visto? -Casi todas. Voy a ver cine español, aunque sea para seguir lo que están haciendo otros compañeros. Y las premiadas, las he visto todas. A muchas películas voy al estreno. -La ceremonia de los Goya fue muy aburrida. ¿Tan difícil es hacer una gala que sea amena? -Es difícil hacer de estos premios un espectáculo; además, muchos de ellos al público no le interesan. Y todos tenemos la fea costumbre de contar en el escenario nuestras vidas. Pero las cuñas publicitarias son más y más largas. A nosotros nos piden brevedad, pero la televisión que programa la gala se toma todo el tiempo que necesita para publicidad. Y de eso nadie dice nada. -En alguna ocasión ha dicho que el papel de su vida sería Don Quijote o bien el Rey Lear, ¿hay posibilidades de que interprete a alguno? -Del Quijote van quedando pocas posibilidades, aunque es nuestra gran obra. Son producciones caras y este no es un país boyante para gastar en cultura. Es un cuento permanente. Nunca hay dinero. Ese es el estribillo de siempre. Se recortan las posibilidades de nuestra cultura. Habría que reflexionar no sólo sobre lo que pasa con el clima, que es un desastre, sino también con la cultura y con la educación. En todo caso, la última responsabilidad es del ministerio. -¿Qué le falla al cine español? -Una apuesta por lo español, por su identidad cultural, que haya guiones con ideas, historias que tengan que ver con nosotros, con nuestro pasado, con los hombres de cada día, de sus preocupaciones o de su nihilismo más absoluto. Y que se hable en castellano, porque ahora las grandes películas españolas son en inglés, y eso asusta. Y piensas, pero si tenemos un idioma que es la bomba. Pero sobre todo, no es que no haya guiones, sino que no se lanzan a hacerlos. Hay una política cultural lacerante y errónea, que está haciendo un daño irreparable y que hay que cambiarla. -¿Medem sigue siendo su director fetiche? -Tengo más vinculación con Uribe, que es adorable. -¿Por que fue con una película de Uribe con la que ganó su primer Goya? -No, porque nos entendemos mejor. Julio (Medem) ha dejado de hacer un cine muy especial y onírico. Tiene el derecho del mundo de ir por otro camino y yo no encajo. De todas formas, prefiero la palabra afinidad a fetiche. Yo tenía gran afinidad con Pilar Miró, a la que admiraba y quería, y también con Imanol (Uribe). Podía hablar horas enteras con ellos. Y eso, con Julio, no lo tengo. -Usted es de los pocos actores que puede permitirse el lujo de rechazar papeles... -Ahora, ya no. Ese lujo es una apuesta de vida. Asumí riesgos y los pagué. Fue una época. Ahora, para que venga un guión por mi casa... es muy difícil. No sé si serán rachas, aunque esto de las rachas es el gran mito alrededor de los actores. Hay un mercado, en el que tú no entras y no hay racha que valga... Habrá que esperar a que todo cambie; y cambiará. -¿Cuánto hace que no viene a León? -Desde Navidades. He estado por Castilla y León con La cena, y haciendo fonda en el pueblo; a mi padre le tenía de cocinero y trabajando para mí. Fue un momento bonito y un placer hacer la gira por Castilla y León, aunque fueron pocas funciones. -¿Fue más especial representar «La cena» en León que en otros sitios? -Creo que sí. Aunque el teatro (Emperador) tiene zonas sordas y dificultades de sonido... y esta es una función muy intimista. Me entregué quizá más de la cuenta y cualquier exceso produce siempre exageración. Creo que estuve un poco excesivo en León, sobre todo el primer día. Lo cierto es que quería entregarlo todo, porque estaban allí todos los míos... -¿A qué actor admira? -A Javier Bardem y a Eduard Fernández. Son grandes actores y dominan lo que yo llamo la imitación del personaje, una técnica que a mi me cuesta tanto. Les admiro mucho. En ellos encuentro lo que a mí me gustaría ser. -¿Con qué director le gustaría trabajar? -Con Uribe. También, con Erice, pero es casi imposible, porque apenas se prodiga. Me gustaría volver a hacer todo el recorrido. Parece una manía de coleccionista, pero no es así. Se trata de ofrecer, a esa gente que tanto me dio, todo lo que he aprendido... y a ver qué pasa. -Tendría que empezar con Medem... -No; con Fernando Fernán-Gómez, con quien hice un papel de figurante en E l viaje a ninguna parte. -¿El cine le da lo que no le da la vida? -Muchas veces, sí. Doy clases ahora y les digo a los chavales que somos capaces de acabar mejor las cosas, los sentimientos, en la ficción que en la realidad. A veces la realidad se queda muy por detrás de la ficción. Vivo más intensamente cuando tengo un buen personaje que mi propia vida. Hay que entender que un personaje tiene una condensación de sentimientos en un tiempo muy corto, a veces sólo minutos, y eso provoca una vivencia muy intensa. -¿Le gustaría interpretar algún papel basado en la obra de alguno de los múltiples escritores leoneses? -He leido a casi todos. Para no dar nombres, diré que me gustaría muchísimo volver a contar una historia sobre los maquis leoneses. -Entonces estamos hablando de Julio Llamazares. -Sí, pero ya se hizo su obra ( Luna de lobos ). Leí hace mucho tiempo una historia de un autor gallego, que era un trabajo sobre el emblemático Girón, nacido en Los Barrios de Ponferrada. Esta historia se la conté en su día a Montxo Armendáriz. La idea parece que le gustó, porque se fue a las montañas de su tierra, de Navarra, a meditarla, y luego hizo Silencio roto. Sin embargo, es una historia que me gustaría muchísimo contar. Por supuesto, que leo a Llamazares. Cuando me dieron el Leonés del Año leí unos poemas suyos de La lentitud de los bueyes. -¿Se identifica con «El cielo de Madrid» que cuenta Julio en su último libro? -Me identifico con el cielo de mi tierra. Madrid es una ciudad maravillosa y acogedora; aquí puede venir todo el mundo que quiera... Pero eso, precisamente, ha conformado una ciudad amalgamada, sin identidad, contaminada, con gente que no la quiere. Y se ha convertido en una ciudad fea e inhóspita. A mí me da mucha pena. Siempre se decía que Madrid era una ciudad con duende... y yo ya no sé dónde anda el duende. A lo mejor, con las excavaciones que está haciendo Gallardón, de repente, sale, si es que está escondido por ahí...

tracking