Adiós a GH7

MEA CULPA por haber pasado absolutamente de Gran Hermano (Tele 5) en su séptima edición (y en la segunda, la tercera, la cuarta¿), excepto momentos puntuales por necesidades de esta columna o accidentalmente por aquello del zapping. Pero es que lamento no compartir algunos entusiasmos en cuanto a los supuestos valores de este reality show más allá de reflejar a un trocito de la sociedad actual, que allá ellos. Si en su primera edición hizo historia por razones varias, las demás comenzaron una agonía, lenta pero evidente, que acabaron por despojarles de su desodorante, si es que alguna vez lo tuvo. El otro día expulsaron a una tal Raquel López, dice que violinista, y al parecer platónicamente enamorada de un fulano llamado Pepe y de sustento auxiliar de vuelo, que hoy deberá enfrentarse a un tal Dayron, que, psshhh, lo mismo da. Y en medio Mercedes Milá, haciendo de tripas corazón, autoconvencida de estar en un formato maravilloso, jugando un papel que, por mucho que le disguste escucharlo, en absoluto va con su perfil, con su prestigio y si me apuran, con su edad. Mercedes no puede perder ni un minuto en intentar obtener respuestas de personajes que simplemente nada tienen que decir, entre otras cosas porque ya hablaron demasiado durante horas y más horas ante las cámaras de la casa. Eso sí, Gran Hermano es un chollete para hacer caja y raro sería que Tele 5 optase por su clausura.