Fanatismo

DESPIDO esta columna con una reflexión sobre los riesgos de la televisión sus desmesuras, conscientes o inconscientes. Tiene en Internet a su pariente más próximo en eso de globalizar mensajes, campañas y lo que le echen, pero la tele es más directa por priorizar la imagen. Ayer, los informativos mostraban las reacciones virulentas que grupos de fanáticos islamistas iniciaron contra embajadas de Dinamarca en varios países de la zona. Todo por unas caricaturas de Mahoma en un periódico danés. Y es que con la religión hemos topado, y con todo lo que arrastra de intransigencia y fanatismo. Ante eso ni libertad de expresión ni leches. ¿Qué habría pasado si los medios de comunicación, sobre todo las televisiones, ignorasen el tema? Se habría quedado en anécdota, reducida a Internet y sus opciones, pero se evitarían las imágenes de movilizaciones que al verse en los países musulmanes, provocaron un alud de final todavía incierto. A saber cuantas embajadas restan todavía por asaltar. Añadamos el viejo debate de la libertad de expresión y el irrenunciable derecho a informar. En fin, un agudo problema que confirma a la tele como medio a mimar, aunque la banalidad de sus contenidos y la excesiva interferencia de intereses económicos (políticos también), la hayan convertido en un pequeño monstruo. Es lo que hay. Que la disfruten y hasta siempre.