«La mejor vacuna contra el fascismo es haberlo padecido, como nosotros»
El escritor leonés ganador del Premio Azorín con un thriller histórico sobre el ascenso del nazismo en Alemania afirma que «el poder de la sinrazón está tan de moda como siempre».
Sólo un pueblo que ha conocido el fascismo esta vacunado contra él. Así lo cree el escritor leonés Francisco Javier Pérez Fernández, ganador de la trigésima edición del Premio Azorín de novela y sus 67.000 euros de bolsa gracias a La crin de Damocles. Es un thriller histórico con la Alemania de los años 20 y el ascenso del nazismo como telón de fondo y protagonizada por Müller, un atrabiliario comisario político bávaro. Escritor desde la adolescencia, se da conocer con este galardón. En su cajón guarda media docena de novelas, un buen puñado de cuentos por los que ha obtenido una veintena de premios, y más de un millar de poemas. -El totalitarismo fascista sobre el que gira novela ¿puede reaparecer? -En cualquier rincón del mundo donde haya una injusticia flagrante. Hay que estar en guardia. La paciencia de la gente dura lo que duran los garbanzos en la olla. Algún historiador ha dicho que cada inmigrante genera un fascista en el país que lo recibe. La injusticia social y el deseo de venganza de las naciones conducen al fascismo. -¿La literatura puede vacunarnos contra el fascismo? -No. La literatura no es un vacuna contra nada. El único prologo válido de un libro es el cerebro del lector. Contra el fascismo, contra el totalitarismo, sólo pueden vacunarnos la racionalidad y el propio fascismo. Sólo un pueblo que lo ha conocido estará en condiciones de evitarlo. Nosotros nos vacunamos porque lo padecimos cuarenta años. Es triste, pero es así. El mejor arma es la racionalidad, pero un país con el estómago vacío piensa muy mal. Por eso Alemania cayó en los años veinte en un agujero negro. -¿Perdió la razón todo un país? -Sí. Trato de averiguar cómo ocurrió. Cómo una nación que está en el lado de la razón, un pueblo inteligente y culto, la nación de Schiller, de Goethe, de Bach, se pasa al lado oscuro de la fuerza. Cómo pasó de lo racional a lo más negro de nazismo. Por eso dedico la novela a Caronte, el barquero que nos pasa de la luz de la vida a la oscuridad de la muerte. -¿Aún hay quien se deja seducir por ese lado oscuro? -Sí. El nazismo murió hace 60 años pero mantiene cierto atractivo. Refleja una parte del alma humana, que es el poder de la sinrazón. Un poder que está hoy tan de moda como siempre. Trato de reflejar qué es esa sinrazón, dónde conduce la injusticia, la miseria colectiva y cuál es el poder de lo más oscuro del alma humana. Unas oscuridades que son hoy las mismas que hace tres mil años. El proceso de ascenso del nazismo permite comprender como la sinrazón se razona a sí misma. -¿Estamos condenados a repetir la historia? -Espero que no seamos tan tontos. La estupidez a veces es una condena, pero espero que no sea la nuestra. -Su novela ¿es tan cruda en su estilo como la Alemania la que discurre? 1397058884 Es enérgica y tiene pinceladas de humor negro. No sé que estilo tiene. Mi defecto como escritor es que si me despisto me vengo abajo y desbarro hacia el barroco. He intentado ser conciso, más limpio que brillante, más claro que destilado. -¿Ha investigado mucho sobre los años que novela? -Sí. Un periodo terrible, con una inflación galáctica, en el que un millón de alemanes murió de hambre, frío y miseria. Lo estudié durante años y acumulé un océano de documentos y material. Tenía que sacarle algún partido, y la verdad es que me ha dado para cuatro novelas. Contacté con un superviviente de aquellos años de plomo, que era entonces ayudante de panadero. Me fascinó el vampirismo y la parte oscura de los políticos aprovechándose de la miseria y manipulando al pueblo. -¿Tiene más de thriller o de novela histórica? -Es una mezcla. La intriga policíaca es el alma de la novela. No he querido abrumar con la historia. -El papel de Hitler ¿es meramente testimonial? -Sí. Sólo cuento su detención, que le fue encargada al comisario Müller. -¿Quién es Müller, el protagonista de su novela? -Un gánster. Un ser absolutamente oscuro y de moral perversa. Un personaje histórico con el que hago de mi capa un sayo. Existió pero no fue como lo pinto. Un escritor que no falsee situaciones y personajes de modo creíble, no es un escritor. -Es obvio que cree en los premios literarios. -Sí. Y en que pueden obrar el milagro, como ha ocurrido conmigo. Hay que probar, e insistir. El que no la sigue no la mata. Me presenté a este premio convencido de que su comportamiento era más cabal que otros y así parece que es. No he publicado nada, pero he escrito a diario desde los catorce años. Si consigues no escribir lo que se vende, sino vender lo que has escrito, aunque sea tarde, estás pagado. Nunca he escrito lo que me dijeron. Siempre lo que me pareció. No he tenido que escribir al gusto de nadie, al gusto de un estudio de mercado o una tendencia. -¿Tiene el cajón de originales repleto? -Hay seis novelas, decenas de cuento góticos y más de un millar de poemas. Pero tengo ganas de pegarle fuego. Se diría que lo que hay ahí no lo escrito yo. Es obra de otra persona, con mi mismo DNI. -¿A qué escritores admira? -En lugar preferente a Fernando Pessoa; es el mejor. Entre los vivos españoles admiro a Eduardo Mendoza, Luis Mateo Díez y Luis Landero. -¿Cómo se gana la vida? -Tengo la inmensa suerte de poder decir que soy un tío vulgar. Nací en Zamora y me crié en la montaña leonesa y en la Bañeza. Me formé en León como economista, me dedico al márketing y al turismo rural como pequeño empresario y soy especialista en economía agraria. He quedado finalista en una veintena de premios con cuentos góticos en los que he tratado de respetar la fórmula magistral de hacer creíble lo increíble.