Diario de León

OPINIÓN

¡Doctor, oigo ruidos!

Publicado por
MIGUEL ÁNGEL NEPOMUCENO
León

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Y NO ARKADI Volodos, como sirvió a los medios el gabinete de prensa del propio Auditorio, en un ejercicio de trasformismo y de ubicuidad digno de un verdadero mago, ya que el pianista ruso actuaba el viernes en otro lugar de España. Luego anuncian por los altavoces que esa información la había servido a los medios la propia orquesta y que el Auditorio estaba exento de culpa, cuando no es cierto ya que todas las informaciones que llegan parten única y exclusivamente del gabinete de prensa del centro nunca de las orquestas. Lo que sucede es que dicho gabinete de prensa se ha erigido desde un tiempo para acá, en factotum de lo que se imprime y lo que se deriva a los medios y así se imprimen programas de mano como el del Cuarteto de Cuerda de St Petersburgo, que actuó hace dos semanas, en donde se podía leer : «pianista.......!» ¿pero qué pianista ni que ocho cuartos? si eran todos instrumentos de cuerda. O se toman medidas para corregir semejantes atentados contra la información que día tras día parten de esa casa en la que todos mandan y ninguno se entera, o mejor es que utilicen el Auditorio para jugar al bingo que es grande y además tiene muy buen sonido para cantar los números. Entrando en el concierto en si, resaltar que en realidad tuvimos dos. Uno el que ofreció el magnifico Zoltán Kocsis sobre el teclado y otro el que dispensó el taburete sobre el que estaba sentado. Cada movimiento, cada pulsación enérgica, cada inclinación a uno u otro lado del teclado era respondido con un rechinar de maderas que unidas a lo desafinado del instrumento parecía un doble concierto para taburete, piano y orquesta de los que marcan un antes y un después. No en balde al concluir ese Cuarto de Beethoven el propio Kocsis se levantó y señaló al engendro con cuerdas como diciendo: ¡ Y todo eso lo hizo el solito, así que fíjense lo que se podría haber hecho si hubiera estado afinado!. Mientras el viento y la cuerda de la Nacional de Hungría, perfectamente empastados y afinados arropaban con todo su poderío al solista, éste se esforzaba en encontrar un sonido que no existía. Y no existía porque el Bässendorfer no está para estas guerras. Kocsis, inmenso, con una pulsación segura, un pedal medido y una moral como la de un arapajoe, se esforzaba en mostrar toda la paleta colorista de este hermoso concierto al que le sobraba orquesta y faltaba sonido. El canto del Andante, delicado y sin atisbos de «epatamiento» fue lo mejor de esta doliente lucha antes de entrar en el Rondo vivace, un contracanto entre la cuerda e instrumento solista digno del mejor Beethoven, brillante, plagado de arpegios y salpicado aquí y allá de una cierta agresividad tonal que no emborrona de ningún modo el discurso y si en cambio llena de  dulzura y vivacidad la coda final. El Concierto para Orquesta de Bartok, cumplió sus funciones. Resaltó a varios instrumentos y contribuyó a dar a conocer un poco más, servido por una orquesta de altísimo nivel, una obra que sin ser la mejor del autor, es una de las más populares. Con retazos del folklores de su tierra, fox trot, guiños a La Viuda Alegre , el viento fue un prodigio de sonoridades que rozaron la estridencia y llenaron de vitalidad la vibrante coda conclusiva y ya de paso al respetable que se volcó en vítores y bravos antes de recibir la bendición de las dos danzas húngaras del mismo autor muy dirigidas a la galería.

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