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Publicado por
J. C. ORTIZ
León

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LA Sexta emitirá desde el 27 de marzo y un nuevo drama se avecina en mi telemando. Aún no repuesto de haber reorganizado todas las cadenas tras la irrupción de Gabilondo, deberé reprogramar una vez más este electrodoméstico. Ningún ingeniero ha logrado diseñar un telemando inteligente que ahorre al usuario la penosa tarea de sentarse frente a la pantalla; volverse a leer las instrucciones; sentirse una vez más un inmenso estúpido; y acabar sembrando de improvisación el curradísimo orden logrado meses antes tras horas de intentos fallidos. Y es que la generación de los chiripitifláuticos, a la que uno pertenece, creció entre dos canales. Somos gente muy simple. Bastaba con encender la tele, así a secas, eso sí después de encender un transformador con un piloto rojo cuya función era un enigma, y ya estaba. A mayores, estaba la UHF, que tenía una tecla propia. Antes de que surgieran los documentales de La 2, la UHF era un simulacro de libertad en el que los niños descubrimos una gran variedad de series de dibujos animados y los mayores, La clave de Balbín. La llegada de las privadas y las autonómicas complicó el telemando y, a partir de ahí, creció la desorientación con la parabólica, el cable y las digitales. Mi mando necesita con urgencia una regula ción.