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Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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El público decidió hacer un regalo por Fallas a Carolina Ferre y Esta cocina es un infierno logró esta semana, por fin, llegar al 20% de share , que es la cifra convencional del aprobado en televisión. El socorro, sin embargo, llega tarde: la semana que viene será la última. El tropezón de este programa da que pensar. En principio, no era mala esa idea de colocar a un pelotón de famosos bajo la dirección de dos grandes cocineros para que se curtan en los fogones. Los cocineros, además, estaban bien elegidos. El planteamiento, desde el punto de vista técnico, también era correcto: si funcionan los reality de famosos y los programas de cocina, ¿cómo no va a funcionar un reality de famosos en la cocina? Bueno, pues no. Lo cual demuestra que, en televisión, dos más dos no siempre son cuatro. Lo que sí ha conseguido Esta cocina es un infierno es que, a pesar de su escasa audiencia, mucha gente ha hablado del programa, normalmente para vituperarlo. El principal reproche que uno ha escuchado es el siguiente: «Esto no es un programa de cocina». Y es verdad, porque las destrezas culinarias de los concursantes han quedado muy postergadas en provecho del rifirrafe personal. El espectador que haya seguido esporádicamente el concurso -y hoy casi todo se ve esporádicamente, por causa del zaping- habrá percibido una sola cosa: un monótono relato centrado en las cuitas de dos señoras mayores, Bienvenida Pérez y Bárbara Rey. Por supuesto, ellas son las primeras culpables por haber entrado ahí, pero ¿qué quiere usted que le diga? A mí me parece de muy mal gusto organizar varias semanas de televisión en torno a las pastillas que toma Bienvenida o a los sofocones afectivos de Bárbara. Por supuesto que ha habido más que Bárbara y Bienvenida, pero el programa se ha esforzado bastante poco por demostrarlo. Ha fallado, probablemente, porque ha terminado siendo como los demás. Mal paso.