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| Crítica | Interpretación conmovedora |

El arte de seducir con la voz

La soprano leonesa brindó anoche una lección canora del mejor lied de repertorio durante un concierto en el que interpretó arias de Gluck, Donizetti, Schumann, Liszt y Strauss

Publicado por
M. Á. Nepomuceno - león
León

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«La española cuando canta, es que canta de verdad, que a ninguna le interesa cantar por frivolidad». Dice, jugando con el verso, la conocida canción El Beso de Concha Piquer y Juan Legido, y que en el caso de anoche se ha vuelto a cumplir al pie de la letra. Marta Arce, acompañada al piano con elegancia y profesionalidad por su tocaya Marta Teijido, volvieron a dar vida a los personajes de algunas de las óperas más conocidas y a sufrir, sentir, amar y morir con las arias y lied que han hecho del canto un arte  señero que renace con cada verso y muere con cada suspiro. Dividido en dos partes perfectamente planificadas y diferenciadas, el recital de la soprano leonesa estuvo estructurado sobre cuatro bloques de quince canciones que recorrieron desde el belcantismo de Bellini y Donizetti hasta el lied puro de Schubert, Schumann, Listz y Strauss, pasando por el verismo de Puccini y las arias francesas de Gounod o Charpentier, permitiendo a la cantante expresarse con soltura y seguridad en tres idiomas distintos con exquisita dicción y rotunda vocalidad. Arrancó el recital con la doliente aria O del mio dolce ardor del Paris y Elena de Gluk, hecha de delicadeza, sentimiento y hermosura, cualidades que adornaron esta encantadora pieza, a la que la voz, cada vez más timbrada, de Marta, otorgó ese halo de renuncia, de sufrimiento y de anhelo que posee la partitura. Los dos Bellini y el Donizetti que siguieron fueron otras tantas lecciones de dominio del material canoro que Arce expresó con la seguridad de una gran diva. El segundo bloque estuvo enteramente dedicado a los pesos pesados del lied: Schubert, Schuman, Listz y Strauss, con cinco canciones a cual más comprometida y difícil. Sin ningún tipo de concesión, empleando una sólida técnica y apoyándose en unos recursos vocales excelentes, Marta utilizó al máximo los resonadores superiores para alambicar la columna de aire y hacer posible esa emisión que consigue que el sonido se catapulte hasta los rincones más lejanos del Auditorio con perfecta nitidez y claridad. Su cada vez más completo dominio de la voz le permite afrontar papeles de mezo sin tener que forzar nunca su tesitura, sin descolocar voz en la zona grave ni rozar el grito en la aguda. Su Widmung estuvo presidido por un bello canto legato, complicidad expresiva con el texto, seguridad interpretativa y una puntillosa riqueza dinámica que otorgó mil y un colores a su carnosa voz para transmitir cada frase y cada palabra con la intencionalidad requerida. Impresionantes los tres Strauss, Cäcilie, Allerseelen y Zuegnung ( Dedicatoria ) antes de entrar en el último bloque con la Mimi de la Bohème, cantada en estado de gracia, y un aria de las Joyas de ensueño con los que la soprano cerró uno de los recitales más acabados y mejor cantados de cuantos se han escuchado por estos pagos. Sencillamente conmovedora.