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Rescata en un libro a la «Juana de Arco» leonesa, una mujer que desató los celos de La Católica | Reportaje | El misterio de La Cándana |

Martínez Llamas aporta hoy pruebas de la existencia de la dama de Arintero El cuadro del milagro

El autor presenta en San Marcos, arropado por cuatro escritores, su novela dedicada a esta mujer legendari

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Verónica Viñas Verónica Viñas - león león
León

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A Antonio Martínez Llamas le sucede algo curioso: los personajes le persiguen. Le ocurrió con Felipe II, luego con Isabel de Valois y ahora con la dama de Arintero. Todos ellos olvidados o maltratados por la historia oficial; vidas apasionantes que el médico y escritor leonés sabe rescatar con con prosa magistral. Hoy presentará en San Marcos su última novela, La dama de Arintero. La cita es a las ocho y media y contará como «maestros de ceremonias» con los escritores Juan Luis Puente y José Pedro Pedreira y el crítico del Diario de León Nicolás Miñambres, moderados por el periodista de este periódico Pedro G. Trapiello. Martínez Llamas presentía que la biografía de Juana García, la dama de Arintero, era demasiado espectacular como para ser una simple leyenda, por mucho que fuera una de las mejores gestas de la tradición oral leonesa. Conforme avanzaba en la narración del libro fue hallando pruebas para demostrar que era cierto lo que hasta entonces había sido sólo un pálpito en el corazón. Encontró un pergamino oculto en un cuadro que da fe de la existencia de aquella valerosa mujer que participó junto a las tropas leales a Isabel la Católica en la batalla de Peleagonzalo. Una plebeya que partió vestida de mancebo, peleó bravamente y fue recompensada por Fernando el Católico, lo que desató los celos de la reina, quien -como explica Martínez Llamas-, no podía soportar que el soberano dedicara en sus pensamientos un sólo segundo a una sencilla mujer de la montaña leonesa. La leyenda decía que el rey recompensó el valor en el campo de batalla de la joven, que no quiso ningún privilegio para sí misma, sino para Arintero. Pero la guerrera, de regreso a su pueblo, es abatida en el camino, en La Cándana, por unos bandoleros -supuestamente enviados por la Católica-, que le roban el documento real. Martínez Llamas pregunta: «Si es sólo una leyenda, ¿cómo es que Arintero ha disfrutado durante siglos de esos privilegios?». Y añade otra incógnita: «¿Si le roban los privilegios otorgados por el rey y la matan, cómo es que trasciende ese documento y se aplica finalmente?». Sólo es posible una respuesta, que «la dama de Arintero existió. Fue una leyenda maravillosa, la leyenda de León por excelencia, pero está basada en hechos reales»... Lugar: San Marcos (sala capitular). Hora: 20.30 (entrada libre y gratuita). El cuadro se cruzó en su camino. Y no sólo cambió el curso de la novela que había comenzado meses atrás, sino que Antonio Martínez Llamas supo inmediatamente que -como había creído siempre- la dama de Arintero era más que una leyenda. Ocurrió, como muchas de las grandes historias, por casualidad. El escritor leonés oyó «rumores»: alguien que conoce a alguien... Finalmente, dio con la casa de Mabel Muñoz y Rodrigo Gómez, en La Cándana. Allí había un retrato de Juana García, la dama de Arintero, pintado en torno al año 1650; es decir, dos siglos después del fallecimiento de la heroica mujer que combatió con las tropas leales a Isabel la Católica. El escritor pensó que esta obra retrata a una mujer disfrazada de hombre y no la «marimacho» que cuelga en una sala del Museo del Ejército. «Conoced los de Arintero a dama tan hermosa...» canta el hermoso óleo que, además, esconde la prueba fehaciente de que la dama de Arintero fue un personaje real cuya espectacular historia inspiró la leyenda. Pero el gran secreto estaba celosamente guardado en la parte posterior de la pintura, donde existe un pergamino de la época del cuadro, firmado por Ortega Muñoz, secretario del Ayuntamiento de Lugueros, en el que certifica que Juana García acudió a la guerra y participó el 1 de marzo de 1476 en la batalla de Peleagonzález. Este singular manuscrito no da fe de que la dama de Arintero falleciera en La Cándama, como cuenta su leyenda...