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El seísmo provocó el desprendimiento de varios trozos de mortero de la techumbre del claustro

La Catedral resiste el terremoto pero el tejado no aguantará fuertes lluvias

La cubierta de la nave central está llena de goteras, porque no se ha arreglado desde el incendio de 1966

León

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La Catedral tembló y también los responsables de su conservación. Sin embargo, esta vez salió ilesa del terremoto registrado el pasado sábado, con epicentro en Castrillo de Cabrera y una magnitud de 3,8 grados en la escala Ritcher. Los daños han sido mínimos. Apenas se han desprendido trozos de mortero de la techumbre del claustro. El arquitecto conservador de la Catedral, Mariano Díez Sáenz de Miera, recorrió ayer la cubierta del templo gótico para inspeccionar los posibles daños y detectar grietas. Acompañado por el administrador de la Catedral, Mario González, ambos temían por la estabilidad del hastial de la torre norte, que resultó muy «tocado» en los terremotos de Lisboa (1755) y Lugo (1997) -de cinco grados de intensidad-. Y es que la historia de la Catedral está marcada por estas dos graves sacudidas; especialmente, por la primera, que provocó estragos en las vidrieras. La inspección del templo gótico dejó el evidencia el lamentable estado de la cubierta de la nave central. Hay centenares de tejas rotas y desencajadas que dejan filtrar el agua. El tejado, destruido completamente en un devastador incendio ocurrido en 1966, no se ha tocado desde entonces. El convenio entre la Junta y Caja España, por importe de 4,5 millones de euros -para restaurar las vidrieras, el presbiterio y los pórticos-, no incluye el arreglo del tejado. Este periódico ya denunció hace tres años el paisaje desolador que presenta la cubierta de la Catedral, pero ninguna administración ha querido asumir la reparación, pese a que la obra es de bajo presupuesto. Sobre el maltrecho tejado también hay trozos desprendidos de algún pináculo y varias gárgolas y desagües están atascados por excrementos de búhos y cigüeñas, principales enemigos del templo. Todavía quedan restos de algún nido de acceso imposible para los bomberos. Hongos, líquenes y el óxido de la reparación llevada a cabo en el siglo XIX, que está saliendo ahora a la luz tiñiendo la piedra, son otros de los males que aquejan a un edificio que lleva ocho siglos en pie.