Soprano
«Nunca tuve padrinos, he salido adelante con mi voz y mi talento»
La soprano llega esta noche al Auditorio, con un año de retraso, para interpretar obras de Mozart, Esplá, Toldrá y Montsalvatge, acompañada por el pianista Maciej Pikulski
Aunque hubo que esperar un año, para escuchar a María Bayo, siempre merece la pena, porque es una de las sopranos líricas más cotizadas y con mayor poder de seducción. Esta noche el Auditorio se viste de gala para recibir a una grande entre las grandes, a una voz que hace viajeros y que cautiva por su forma de entender los personajes, de hacerlos suyos y de servirlos con inteligencia. Acompañada al piano por Maciej Pikulski, interpretarán un programa dedicado a Mozart en su primera parte y a Esplá, Toldrá y Monsalvatge, en la segunda. Esta entrevista mantenida con María en diferentes momentos de sus últimas actuaciones, es una serena reflexión de lo que ha sido y es su carrera artística. -Quizá ahora es buen momento para mirar hacia atrás, para reflexionar sobre lo vivido... -Lo que más importa cuando llegas a este punto es seguir, seguir en ese límite alto y eso es lo más complicado y lo más difícil. Naturalmente, algunas veces te planteas si merece la pena trabajar tanto y si no sería mejor dedicar más tiempo a tu vida privada. Pero esta profesión es muy egoísta porque absorbe mucho. Y la voz es un instrumento muy sensible al que tienes dar toda la atención del mundo. -¿Ser soprano exige muchos sacrificios? -La voz es muy frágil, muy sensible. Si tu haces una vida normal, si haces las cosas que hace la mayoría de la gente no puedes ser cantante. Ese es el gran problema nuestro, que tienes que vivir por y para la voz. Lo que ocurre es que llega un momento en tu carrera en donde ya has pasado por todos los teatros, en donde te planteas por ejemplo hacer cosas nuevas, hacer un nuevo disco, buscar cosas más interesantes, hacer obras nuevas. Pero lo enfocas de otra manera. En tu carrera profesional no miras atrás, no te da tiempo, se va desarrollando y va pasando sin darte cuenta. Cuando vuelvo la vista hacia atrás me parece increíble lo que ha ocurrido en todos estos años. -¿Qué es lo que más le motiva para luchar por su futuro? -Soy una cantante vocacional. Desde que era muy pequeña mi voz me surgió muy fácilmente. Cuando terminé mi carrera profesional en el Conservatorio estaba trabajando ya en una guardería infantil. Porque a la vez había estudiado también Puericultura. Trabajaba para poder pagarme mi estancia en Pamplona porque realmente mis padres no podían, no tenían medios para hacerlo. Entonces me planteé el dilema de seguir en Pamplona toda la vida o dar el paso de gigante. -¿Cuál era su meta? -Mi idea, mi meta en aquel momento, era ir a Alemania. No consideraba la posibilidad de ir a Italia. Mi profesora era germánica y me había conducido por ese repertorio alemán. En el Conservatorio teníamos una educación más germánica que italiana. Estudiábamos a Bach, Mozart estaba por todos los sitios. Entonces di el paso y decidí marcharme. -Ha hecho una carrera muy rápida. -En la música y en el canto no se hacen carreras rápidas. Se hacen poco a poco, como yo la hice, con mucho tiento, con muchos años de estudio y trabajo. Solamente comencé a cantar profesionalmente en teatros cuando gané el Concurso Belvedère en Viena (1988). Es ahí cuando se me abrieron las puertas a nivel internacional. En aquel momento seguía estudiando en Alemania. -En este mundo de la ópera parece que siempre se necesitan padrinos para empezar, si embargo usted ha viajado ligera de equipaje... -Por suerte nunca he necesitado padrinos. Teresa (Berganza) naturalmente me ha apoyado, pero me ha apoyado en la manera que ella podía hacerlo, hablando bien de mi. Con mi voz y, por decirlo de alguna manera, mi talento, he salido adelante. -¿Por qué le abrieron esas puertas? -Creo que iba muy bien preparada. Mi carrera en realidad había comenzado mucho antes, estuve diez años estudiando. -¿Cuáles han sido los momentos más emocionantes de su carrera? -Los momentos de mayor emoción, son los que se producen al comienzo de tu carrera. Comencé muy pronto en los grandes teatros. Canté muy pronto en la Scala, en la Bastilla, en Marsella, en el Covent Garden, un poco más tarde en Nueva York. Fueron teatros en los que se me fueron abriendo las puertas muy pronto y entonces todos esos recuerdos son inolvidables. En la Scala por ejemplo, en el vals de Musseta, que no se aplaude normalmente, a mí me aplaudieron. Pero también lo recuerdo porque había muchos amigos que me lo recuerdan. Yo no era consciente probablemente en esos momentos de lo que estaba ocurriendo. Tenía entonces 31 años y era para mi una cosa mágica. -¿Cómo ha ido evolucionando su voz en estos años? -Mi voz está mucho más lírica, no es la voz ligera en la que costaba mucho el apoyo en la parte central. Ahora no cuesta tanto porque hay un apoyo más importante. Mi tesitura de voz no ha cambiado. En realidad me doy cuenta de que hay algunas personas que se quedan sorprendidas de que pueda hacer obras como el Fausto que acabo de estrenar en Sevilla. Es más. Son muchas las sopranos que me han dicho las dificultades que tienen en la parte final de esta ópera. Es una ópera muy exigente en su último acto y muchas sopranos llegan extenuadas. Yo llego mejor que cuando empiezo la obra. Eso significa que la voz está perfecta. -¿Se encuentra en el momento más dulce de su carrera? -Una de las cosas que más me definen es que nunca me planteo que voy a hacer mañana. No soy mujer muy organizada en este sentido. Voy avanzando poco a poco. Pero tampoco renuncio a nada. Una vez que llegas lo difícil es mantenerte. Y aspiro a seguir cantando aquello que me gusta, aquellas cosas que van bien a mi voz y mis condiciones. Mi reto ahora es que no me encasillen, poder desarrollar otros personajes. Lugar: Auditorio Ciudad de León. Hora: 20.30. Entradas: 18 y 12 euros.