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La historia del árbol heredado

La sociedad deportiva La Venatoria, que cumple un siglo, recopila su historia en un libro escrito por los periodistas del Diario de León Javier Tomé y Susana Vergara Pedreira

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León

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Hay una ley no escrita en La Venatoria por la que un árbol, la sombra de un árbol, pertenece a una familia y a sus amigos. Siempre el mismo. Una costumbre que es norma y que se respeta a rajatabla. Nadie sabe exactamente ni desde cuándo ni por qué, pero hay quien la data en un siglo. En el mismo tiempo que tiene de vida esta sociedad recreativa. La sombra de ese árbol se hereda . Pasa de generación en generación. Es de los padres, de los hijos y, ahora, de los nietos. La historia de la sombra de ese árbol y la de los cien años de historia de La Venatoria está contenida en un libro que conmemora este aniversario y que ayer fue presentado en sociedad y en la sociedad. Lo hicieron el presidente de La Venatoria, Maximino Cañón, y sus dos autores: los periodistas del Diario de León Javier Tomé y Susana Vergara Pedreira. Él, tal como destacó Cañón en su presentación, columnista e historiador. Ella, redactora jefe del periódico y coordinadora editorial de proyectos como El siglo de León o La Enciclopedia de León, editados por el periódico. Ambos, juntos, a la vez, un tándem apasionado por la Historia y, sobre todo, por las historias, por la historia de la «bendita gente corriente». Y eso es lo que se cuenta en el libro La Venatoria, crónica de cien años , la Historia y las historias. Empezando, como aconsejan los clásicos, por el principio. Y el principio ocurrió un 30 de mayo de 1906, en una pradera repleta de margaritas a la orilla del Bernesga, entonces un paraje y hoy un paseo que se llama Papalaguinda. Allí, los pioneros de La Venatoria fundaron la sociedad. Era el día en que se casó Alfonso XIII con la reina hermosa, con Victoria Eugenia. Querían, y lo consiguieron, delimitar los cotos y formar una brigada de guardas jurados encargados de su vigilancia. El excéntrico oculista Gumersindo Rosales, conocido en la ciudad por ser uno de los primeros -y pocos- propietarios de un coche, se convirtió en el primer presidente de una sociedad empeñada en hacer historia. Porque La Venatoria, tal como ayer contaron Tomé y Vergara, construyó la primera piscina que tuvo León. Y compró aquel vetusto lanzadiscos para practicar el tiro al plato con el que, para seguir haciendo historia, la sociedad permitió disparar a la mujeres. Las mismas que, armadas con una raqueta, comenzaron a practicar el tenis. Las que en los años 30 exigieron un horario que les permitiera bañarse en la piscina. Y, luego, hacerlo como el resto de los mortales (varones): cuando les apetecía. La historia de La Venatoria es, en realidad, la historia misma de León y, aún más, del mundo, de una sociedad cambiante que se enfrentó a uno de los mayores retos que debe afrontar el ser humano: abandonar una secular forma de vida para vivir en la vorágine de la vida moderna. O, como resumió Susana Vergara, «de los trajes de baño hasta la rodilla al bikini, de las raquetas de cuerda trenzada a las de fibra de carbono, de la piel al aire libre a las cremas de protección total». En su intervención, emotiva y vibrante, tuvo un recuerdo para todos los trabajadores de la sociedad, a los que mencionó uno a uno por su nombre, incluido el mítico y ya desaparecido Federico. Javier Tomé, divertido e irónico, esbozó el largo anedotario de esta sociedad ya centenaria, en el que no faltó de nada, incluida la crónica negra rescatada con maestría por este historiador leonés. El presidente de la sociedad, Maximino Cañón, destacó el esfuerzo de La Venatoria al editar un libro en el que queda plasmada la historia de una de las entidades privadas más importantes de la provincia y que actualmente tiene algo más de 7.000 socios. Cañón resaltó la labor realizada por los autores para escribir la memoria de La Venatoria. Y apostilló que nadie mejor que Tomé y Vergara. Él, porque entre otras cosas, rescató la historia de la Dama de Arintero o la épica vida de Sixto Muñiz, el último de Filipinas leonés, cuya familia es socia de La Venatoria. Ella, porque, también entre otras cosas, consiguió que viera la luz el conmovedor testamento político y humano del capitán Lozano, el abuelo fusilado de Zapatero. Por último, Ángel Luis Bahíllo, miembro de la junta directiva, destacó la apuesta de La Venatoria por la cultura, con la organización de numerosas actividades durante todo el año, entre ellas obras de teatro o filandones.

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