Diario de León

Buen juego de los toros de Garcigrande, que en general permitieron el lucimiento de los diestros

El público se decanta por Miguel Abellán

El madrileño salió a hombros, y Jiménez y Perera cortaron una oreja cada uno Abellán atribuye

Miguel Abellán se volcó en agradar a los tendidos desde los lances de recibo

Miguel Abellán se volcó en agradar a los tendidos desde los lances de recibo

León

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Entretenida la corrida que cerró ayer el ciclo de abono de la feria de San Juan, un encierro de Domingo Hernández, cinco de los toros con el hierro de Garcigrande, que dieron buen juego y permitieron el lucimiento de los diestros. El público, menos festivo que en los días anteriores, se decantó sin embargo por los guiños y el toreo efectista de Miguel Abellán, el único de los tres espadas que salió a hombros. César Jiménez y Miguel Ángel Perera cortaron una oreja cada uno, pero dejaron muy buen sabor de boca a los espectadores. Buen festejo para cerrar el abono, aunque el espectáculo taurino tendrá su punto y final el próximo jueves con la corrida de rejones. Ayer, además de las ovaciones y los pañuelos, por los tendidos y el callejón corrió a eso de las nueve la noticia: ascenso de la Ponferradina. Todos informados puntualmente, y algún grito de apoyo de las peñas lo celebraron. Miguel Abellán abrió plaza con un toro pronto y de embestida alegre, que acudió a los engaños humillando y con fijeza. Aprovechó el torero el viaje con un trasteo efectista pero sin comprometerse, buscando el eco inmediato en los tendidos. Inició la faena con una tanda de rodillas en el centro del ruedo a la que acudió el toro pronto y con brío, y las tandas posteriores surgieron algo aceleradas. Por el izquierdo perdió pasos y al final resultó una faena con demasiadas carreras, en la que recorrió medio ruedo. Tampoco le dejó lucirse el toro en una tanda de molinetes, porque venía andando; y tras algunos adornos para el tendido recetó una estocada arriba de efecto fulminante y el público le pidió una oreja. En el que hizo cuarto realizó Abellán una faena inteligente, que le valió la segunda oreja y la puerta grande. Recibió con dos largas cambiadas y lances a pies juntos, y aunque cayó en la cara del toro, lo hizo afortunadamente sin consecuencias. Durante toda la faena llevó al toro a media altura, dándole distancia y sin acosarle en exceso. Intentó bajarle la mano con suavidad pero dosificó el trasteo sin forzarle, y el toro siguió con nobleza la muleta, que empleó el diestro con temple. Le duró el toro lo suficiente y adornó el madrileño el inicio de las series con un variado repertorio: molinetes, pases por la espalda, cartuchos de pescao ,... Fue un trasteo basado en la mano derecha que culminó con una estocada arriba. César Jiménez no tuvo fortuna con su primer enemigo, un toro con codicia, pero con un punto de violencia. No le ayudó que le picaran atrás, y tampoco anduvieron muy finos en banderillas (precisamente en una feria que se ha caracterizado por la eficacia de los hombres de plata y de los del castoreño). El toro transmitía emoción, y Jiménez trató de templar las acometidas en las primeras tandas. No se confió por el pitón izquierdo, por donde el toro se revolvía con genio, y algunos naturales salieron enganchados. Volvió a coger la muleta con la derecha para estirarse y bajar la mano, pero algunos muletazos no salieron con la limpieza deseada. Dejó una estocada caída y remató al tercer golpe de cruceta, justo cuando sonaba el primer aviso; una falta de tino con los aceros que dejó el premio en saludos desde el tercio. Con el que hizo quinto realizó el madrileño una faena inteligente y voluntariosa, que fue agradecida por el público pero no premiada con generosidad suficiente como para que acompañara a Abellán por la puerta grande. Salió a pie del ruedo del Parque, entre una calurosa ovación del público. Nuevo en la plaza En su presentación en León Miguel Ángel Perera demostró muy buenas maneras con el capote, y jugó bien los brazos en verónicas de recibo que remató con dos medias y otra soltando el capote a una mano. El inicio de faena fue emocionante, esperando al toro en el centro del ruedo y pasándoselo por la espalda, para iniciar pases por delante a pies juntos que tuvieron inmediata respuesta en los tendidos. Toreó relajado bajando mucho la mano, llevando al toro hilvanado en la muleta. El que salió con el hierro de Domingo Hernández siguió con celo el engaño, especialmente cuando le dio algo de sitio y cuando, con inteligencia, le dejó descansar entre tanda y tanda. Por el izquierdo al toro le costó más embestir, y cuando se vio acosado escarbó y, en un arreón, puso en apuros al matador, que tuvo que cambiar de muleta al romperle el estaquillador. Volvió Perera al derecho, pero el toro ya se defendía. Pinchó en el primer intento y fue animado con una calurosa ovación por el público. Dejó después una estocada casi entera, trasera y perpendicular, que hizo rodar al toro sin puntilla. Hubo petición, pero el presidente no la consideró suficiente y el torero de Badajoz dio una vuelta al ruedo. Sí logro cortar trofeo en el toro que cerró plaza, con el que de nuevo se lució con el capote, que maneja con suavidad y buen gusto. Realizó también un quite por chicuelinas. No tuvo Perera en este oponente al más cómodo del encierro, aunque se movió como habían hecho sus hermanos, y siguió la muleta. Lo hizo, sin embargo, con embestida algo rebrincada. Comenzó el torero la faena con ayudados, para intentar ajustarse después con la muleta. El toro fue mirón, sobre todo en algunas fases de la faena, lo que hizo que el diestro tomase sus precauciones en algún momento, aunque sin volver la cara al reto. El de Garcigrande siguió el engaño con celo, y Perera intentó doblegar su brusquedad con mano baja y aguantando los parones en medio de la suerte, o los amagos en la arrancada. Lo llevó con temple por los dos pitones, y fue por el izquierdo por donde tuvo el viaje más largo, aunque tampoco anduvo cómodo el torero. Se adornó con cambios de manos y circulares encadenados en los dos sentidos, hasta que al final el toro se fue quedando más parado. Lo cuadró con unos trincherazos y volvió a repetir el pinchazo, antes de una estocada en la que se volcó, como había ocurrido en su toro anterior. Esta vez el público le premió con una oreja, pero también hubo de abandonar la plaza por su propio pie. También fue despedido cariñosamente.

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