«El microrrelato es como un iceberg donde se muestra el 10% de la historia», dice Aparicio

«El microrrelato es como un iceberg donde se muestra el 10% de la historia y el resto permanece sumergido». Así define el escritor leonés Juan Pedro Aparicio este género, hoy en pleno auge. En una sociedad donde prima la rapidez y el consumo inmediato y urgente, el cuento de tamaño reducido hasta lo imposible es el rey. Desde que Augusto Monterroso escribiera el que se ha considerado como el relato más corto de la historia de la literatura universal («Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí») muchos han sido los que se han apuntado al carro del cuento hiperbreve . Aunque este género tiene sus raíces en la antigüedad -con los primeros aforismos de Hipócrates o los haikus japoneses-, es ahora cuando aparece reinventado y copa numerosos concursos en todos los medios. Juan Pedro Aparicio, autor del libro La mitad del diablo , apunta que es «una moda que se da sobre todo en el mundo de habla hispana». La cultura de lo efímero y del usar y tirar podría ser la causa de este boom , ya que, tanto la lectura como la elaboración del microrrelato no exige mucho tiempo. Andrés Neuman, escritor y estudioso de este tipo de literatura, explica que es un fenómeno contradictorio, pues por un lado «puede leerse o idearse en una parada de metro», pero por otro «al cambiar continuamente de registro exige un esfuerzo suplementario del lector». Con pocas palabras el escritor debe obtener un texto redondo que deje boquiabierto al lector y que actúe como un fogonazo de luz en su mente. Cada literato tiene su técnica. Aparicio confiesa que prefiere «imponerse la escritura como un ejercicio voluntario». Neuman, que publicará en breve su Alumbramiento , «se deja llevar por la improvisación». A este escritor bonaerense le gusta plasmar el carácter «repentino» de la idea en la escritura. Por otro lado, Fernando Iwasaki ( Ajuar funerario ) decidió buscar todas las visiones del terror y elaboró un volumen temático de microcuentos. «El tema es lo más importante, pero hay que trabajarlo de una manera espartana hasta conseguir materializarlo en un puñado de palabras», comenta.