Diario de León

| Reportaje | Fusión étnica |

La 'soledad' de Cortés llena de genialidad el León Arena

El artista cordobés demostró ayer que es posible escapar con brillantez al purismo, con un espectáculo en el que la fusión toma las riendas y en el que una vez más evidencia que es el mejor

Joaquín Cortés al comienzo del espectáculo «Mi soledad»

Joaquín Cortés al comienzo del espectáculo «Mi soledad»

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No defraudó. Joaquín Cortés estuvo ayer brillante y llenó el escenario del León Arena con Mi soledad , el espectáculo que estrenó en París y que ayer acercó a León. Con vestuario ad hoc diseñado por Jean Paul Gautier, el bailarín, que ya ha triunfado en todo el mundo con esta coreografía, se enfrenta al escenario sin artificios, sólo, con su bajage artístico como único compañero. Resulta fácil comprender porqué Joaquín Cortés es uno de los pocos españoles que levanta pasiones en lugares del mundo tan poco conocedores del flamenco como Australia, por poner un ejemplo. El artista se olvida del escenario en el que actúa y es artista siempre, en París o en Sidney, en León igual que en Nueva York. Es un ídolo que necesita sentir al público en todo momento. Por eso, al final del espectáculo pide que se encienda la cegadora con el fin de que el público se convierta en parte del espectáculo. Mi soledad es un espectáculo inspirado, en el que se demuestra que la fusión del flamenco es un hecho, y en el que Joaquín Cortés deja claro que lo suyo es arte con mayúsculas. Ayer, desde luego, demostró que es el mejor. La desnudez protagoniza el comienzo de la representación, tanto desde el punto de vista físico -Cortés aparece en escena como un recién nacido- como artístico, ya que casi no se percibe la música. Se trata de una escenificación primitiva -tal vez por esa razón lleva el nombre más que simbólico Que el odio calle - que logra atravesar de manera directa los sentidos e introducirte en la historia que va vertebrando el espectáculo. Sugiere, por su fuerza y por las voces que lo acompañan como un coro, la teatralidad excesiva de las tragedias griegas. Poco a poco entra la música y el espectáculo comienza a llenarse de color. Cortés abandona el escenario, que es conquistado por el soberbio equipo del bailarín. Montoyita y el cantante Negri se hacen los dueños de la escena y presiden un número instrumental en el que se mezclan los estilos, en el que se confunden las voces, sirviendo de preludio al regreso de Cortés. Es entonces cuando todo cambia. Cambia la luz, que se vuelve intensa, cambia la música, que se hace más espiritual, y cambia el color, que llena el escenario, como un gitano del este. Teatralidad, espectáculo, fusión, juegos de matices, mezcla de estilos, flamenco, ballet clásico y danza contemporánea. Creación en estado puro, genial.

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