Diario de León

Sus ventanales son los más perjudicados por la corrosión y su rehabilitación tardará cuatro años

El Taller comienza la restauración de las vidrieras del presbiterio

Esta semana se ha desmontado ya el vitral norte 2, que representa a Isaías, San Andrés y Jeremías

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Cristina Fanjul - león
León

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El taller de vidrieras comenzó la semana pasada el desmontaje de los ventanales del presbiterio, con lo que las labores de restauración comenzarán, según los miembros del Taller, el próximo lunes. En esta zona de la Catedral se encuentran los vitrales medievales, los que más patologías presentan, aquellos cuya restauración será más complicada, con lo que el proceso se prolongará seguramente durante los próximos cuatros años. Hasta el año 2009 se rehabilitarán 1.400 metros cuadrados de vidrieras en un plan que, con una inversión de 4,5 millones de euros, incluye también la rehabilitación de la piedra del presbiterio y las esculturas de la portada sur. Hasta este momento, Esoca, la empresa adjudicataria de la obra, ha procedido a la instalación de una gran plataforma sobre el altar mayor a quince metros de altura, cuyo objetivo ha sido, precisamente, acceder al presbiterio. Sobre esta plataforma se ha instalado el andamiaje para acceder a los ventanales cuya restauración requiere mayor mimo. Tiempo de restauración El responsable del Taller, Guzmán Fernández, resalta que la rehabilitación de cada uno de los vitrales llevará no menos de tres meses de trabajo e incluirá el triforio correspondiente. La semana pasada comenzó el desmontaje de la primera vidriera, la norte 2, ventanal que representa una escena con dos profetas: Isaís y Jeremías y dos santos, San Andrés y otro, desconocido. Además, también se bajará la rosa correspondiente, cuya iconografía muestra un ángel turiferario (el que porta el incensario). En esta primera fase se rehabilitarán las piezas más cercanas al ábside, para seguir hacia la parte este y terminar en la norte 5. Esta labor es una de las más laboriosas del proceso. La dificultad se revela en el hecho de que el tiempo medio de desmontaje es de tres horas por panel y seis paneles diarios (esta vidriera consta de 73 paneles). El experto manifiesta que la dificultad se debe sobre todo al hecho de que hay que picar el mortero y deshacer la masilla que une la piedra al armazón metálico. Fernández explica que, si bien no puede decirse que haya piezas irrecuperables, algunas de ellas sufren corrosiones muy intensas -sobre todo las del sur- debido en parte a que sufren más por la lluvia. El proceso se inicia con una revision in situ en la que se hace un análisis de las patologías. Guzmán Fernández desvela que estas vidrieras tienen los mismos problemas que el resto, pero resultan más graves. La causa está en el hecho de que los vitrales medievales se realizaban con fundentes ricos en potasio -como cenizas de haya-, que daban mayor brillo pero que hoy presentan más problemas de envejecimiento. Además, en este caso, las capas pictóricas están más afectadas, más sueltas, con lo que en el traslado hay mayor posibilidad de deterioro. Para impedir sustos, los ventanales se introducen en cajones especiales de madera revestidos de poliespán. Una vez en el taller, las vidrieras se fotografían y se realiza un calco con el fin de conseguir una imagen fiel de todas las piezas. Cuando se han descubierto todas las patologías, los expertos del Taller ponen en marcha la fase de limpieza. La restauración, desde el exterior hasta la grisalla, se realiza con la ayuda del microscopio. Una vez consolidadas las capas pictóricas, los miembros del Taller restauran el vidrio y se repone el que se ha perdido. Una de las facetas más novedosas de la restauración de las vidrieras consiste en el sistema de colocación de los ventanales. Se trata de un proceso novedoso que protegerá el vitral de la acción externa y, al tiempo, facilitará su desmontaje para posteriores intervenciones. la vidriera llevará en el exterior una malla protectora de acero inoxidable y en el lugar ocupado anteriormente por el ventanal se instala un cristal que impedirá que la polución, el viento o la lluvia dañen la obra. Además, ya no estará pegada a la piedra, sino que de alguna manera permanecerá colgada y protegida por una cámara isotérmica. Según Guzmán Fernández, con esta nueva técnica el grado de corrosión se reducirá hasta un nivel cercano a cero, con lo que la vidriera no tendrá que volver a ser restaurada en medio siglo.

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