Diario de León

El estudio podría cambiar en más de un sentido la historiografía oficial sobre los acontecimientos de la lucha por el trono OPINIÓN

La Universidad lidera la investigación de los restos de Juan II e Isabel de Portugal

La Junta contrató en marzo el análisis antropológico y genético de los padres de Isabel la Católica

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Cristina Fanjul - león
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Se trata de uno de los proyectos de investigación antropológica y genética más importantes de cuantos se han ejecutado en España. Es sin duda el inicio de una aventura que puede cambiar en más de un sentido la historia oficial. La Junta de Castilla y León ha encargado al profesor de la Universidad de León, Luis Caro, el estudio y análisis de los restos de los reyes Juan II, Isabel de Portugal y el infante don Alfonso, padres y hermano respectivamente de Isabel la Católica. Los cuerpos de los personajes reales se encontraban en los sepulcros de La cartuja de Miraflores, en Burgos. El plan contempla varias fases, entre las que cabe destacar el estudio antropológico (análisis del sexo, edad y patologías de los restos) y el genético. Este último será realizado por el Laboratorio de Antropología de la Universidad del País Vasco y el Instituto Nacional de Toxocología de Madrid. Enigmas del siglo XV Esta investigación -cuyos resultados deben estar a punto de ser presentados- está envuelta por el secretismo más absoluto. Ni la Junta ni el propio Luis Caro han querido adelantar los resultados a la espera de que sean presentados de manera oficial. Sin embargo, todos los historiadores con los que Diario de León ha contactado, coinciden en señalar que este proyecto podría modificar muchas de las verdades con las que se ha escrito la historia oficial de uno de los momentos más importantes para España. El porqué hay que buscarla en los acontecimientos convulsos que fraguaron ese tiempo, en las luchas por el poder entre, Enrique IV, su hija Juana, apodada la Beltraneja, y la que sería reina Isabel. Para ello, hay que hacer historia. Al morir Juan II, sube al trono el que reinará como Enrique IV, hijo de Juan y de María de Aragón. Tras un matrimonio anulado por el Papa -el enlace no llegó a consumarse-, contrae segundas nupcias con Juana de Portugal. De éste nacería Juana, apodada la Beltraneja, por la creencia -apoyada en la posible impotencia del rey- de que era hija de Beltrán de la Cueva. Ante la insistencia de la nobleza, Enrique IV acepta nombrar heredero a su hermano, el infante don Alfonso. Tras la muerte de éste en accidente, Enrique firma con su hermanastra Isabel el Tratado de los Toros de Guisando, según el cual la nombra heredera, dejando a su hija Juana fuera de la sucesión, a cambio de algunas cuestiones, entre las cuales está que Isabel no se casaría sin la aprobación del rey. En 1469, el rey ante el matrimonio secreto entre su hermana Isabel y Fernando de Aragón consideró violado el tratado y proclamó a su hija Juana como heredera al trono, jurando públicamente que era hija legítima. A su muerte, acaecida en 1474, comenzó una guerra civil entre los partidarios de Isabel y los de Juana la Beltraneja, que se decidió el 1 de marzo de 1475 en la batalla de Toro. En toda esta historia hay muchas cuestiones que han quedado solapadas por la bruma del tiempo. Una de las más importantes es determinar cuál fue la causa de la muerte del infante Alfonso. Las crónicas dicen que el hermano de Enrique IV e Isabel la Católica murió a los catorce años. Pero ¿cuál fue la causa de su muerte? Se habla de una indigestión, pero las crónicas oficiosas aseguran que falleció tras ser envenenado. El Instituto Nacional de Toxicología puede dar respuesta a este interrogante. Es de todos sabido que en aquella época el envenenamiento se realizaba principalmente a través de metales, como hierro o plomo, por ejemplo. Tal vez ahí puede estar la clave de porqué se pensó que Alfonso murió de indigestión: los síntomas de ambos decesos (náuseas, vómito, diarrea y dolor abdominal) son similares. Quién sabe, es posible que la ciencia clarifique seis siglos después si Enrique IV dio orden de asesinar a su hermanastro. Asimismo, y a través de la paleapatología se llegará a poner la imagen histórica de Juan II frente al espejo de sus restos. Es decir, a través del rastreo de las patías (artrosis o fracturas por ejemplo) se podrá saber si el individuo que yace en el pateón de la Cartuja de Miraflores coincide con las características que las crónicas cuentan del rey castellano. ESTA VEZ sí. Esta vez la investigación de los restos de los reyes Juan II e Isabel de Portugal llegará a conclusiones fiables. Para ello, el análisis antropológico, genético y toxicológico de los restos se ha encargado a los mejores. De este proyecto saldrá algo más que la certeza de que Vermudo era hombre. La ciencia nos permite hoy en día averiguar lo que los historiadores sólo atisbaron, y gracias a ella lo que muchas veces es mera suposición -sino invención interesada- se convierte en certeza. El hecho de que un profesional como Luis Caro esté al frente de este proyecto deja claro hasta qué punto se trata de un análisis riguroso y cómo las instancias políticas han querido que la investigación se convierta en una búsqueda seria y científica, ajena a la espuma de los medios y la fama fácil y transitoria. Esta investigación será, junto al estudio de los restos de Cristóbal Colón, uno de los hitos más importantes de la antropología y la genética con fines históricos. El panteón de la cartuja de Miraflores en Burgos fue mandado construir por la reina Isabel en un pabellón de caza. Se trata de un impresionante conjunto de sepulcros, obra del artista Gil de Siloé: el de los reyes Juan II e Isabel de Portugal, en el centro de la nave, con forma de estrella; y el del infante Alfonso, en la pared lateral; ambos en alabastro. El estudio paleopatológico y genético confirmará que los cuerpos que cobija el panteón son realmente los que nos dice la historia. La Cartuja de Miraflores es un monasterio de estilo isabelino lleno agujas y otros motivos muy barrocos.

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