Diario de León

Rabelista

«El folk leonés necesita más ganas, gente con ilusión que se implique»

Músico del Órbigo y gran revitalizador del repertorio para rabel, acaba de grabar una maqueta en la que los sones de este antiguo instrumento se mezclan con la música dance

Fernández Juárez ha hecho cien copias de una maqueta con dos discos que distribuye gratuitamente

Fernández Juárez ha hecho cien copias de una maqueta con dos discos que distribuye gratuitamente

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E. Gancedo - león
León

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El 6 de mayo de este mismo año se vivió en Caleao un momento clave. En aquella localidad del suroriente asturiano con gran tradición rabelista (allí le llaman bandurria ), tradición igualmente existente y amplificada en la vecina Cantabria, se celebra un famoso encuentro de rabelistas al que, en esa ocasión, fueron invitados dos músicos leoneses: el riberano José Francisco Fernández Juárez (de Villarejo) y el montañés Miguel Ángel García (de Robles de la Valcueva). Público y expertos quedaron asombrados por el talento de los leoneses. No se lo esperaban. -¿Cómo fue su primer contacto con el rabel? -La primera vez se lo oí a Francisco Javier Pozuelo, el luthier y músico con el que formaba el dúo Sueñu na Veiga. Y hace cinco años vinieron a tocar a Veguellina dos grandes rabelistas cántabros, Miguel Cadavieco y Rafa San Emeterio, Mimi : quedé maravillado con aquel sonido ¡sonaban como violines! Por entonces yo ya hacía colaboraciones, con otros instrumentos, con el grupo Tornadera de La Bañeza. -¿Y el primer instrumento que tuvo? -Un amigo de Reinosa tuvo la genial idea de regalarme uno, y empecé a darle, aunque sonaba muy agudo, tenía algunos defectillos. Después empecé a tocar uno de nogal, hecho por un gran artesano de rabeles leonés, de Veguellina, José Luis Reñón; tiene un sonido más cálido, más agradecido. Y hasta ahora no he dejado de tocarlo, es éste. -¿Cómo aprendió? ¿Hay clases, o existe algún tipo de manual? - Nooo... este es un instrumento muy anárquico, cada rabelista ha de desarrollar su propia experiencia a través de él. Tiene tres cuerdas, que corresponden más o menos, y esto con ayuda de un afinador, a sol, fa y re; primero fui sacando de oído algunas canciones sencillas y después me metí con temas más complicados. -¿Y dar clases? Algunos las solicitan para el Área Tradicional de la Escuela Municipal de Música... -Sí, como en la Escuela de Rabelistas de Cantabria... pero es que, para alguien que sepa música, con dos horas le vale para aprender lo básico del rabel. Hay que tener en cuenta que éste era un instrumento de pastores, que tocaban mientras cuidaban el ganado, un poco como Dios les daba a entender. Sería un error estandarizar su sonido, lo bonito es que cada uno suena diferente. -Desde hace un par de años no ha parado de dar conciertos por todo León, ampliando y desarrollando el repertorio, y divulgando el rabel. -La verdad es que he ensayado muchísimo. Dos y hasta tres horas con regularidad. Empecé a ir por las residencias de ancianos, donde vi que la gente quería escuchar las canciones de siempre. Fueron importantes para mí los conciertos de Santa Marina de Torre, en el Bierzo; Vegacervera, Antimio, Aralla, Matanza, Mansilla del Páramo... y todos aquellos en los que puedo tener ante mí a la gente tranquila y expectante. -¿Cómo recibe el público al rabel? ¿Reconocen el instrumento? -Hay conciertos en los que, por hacerse en una carpa o con ruido alrededor, la gente no escucha las canciones. Eso es perderse más de la mitad de la merienda. El rabel es un instrumento muy sencillo que siempre se acompaña de la voz. La gente al principio no lo reconoce, luego, cuando les sacas temas de aquí, o picarescos, ya empieza a disfrutar de verdad. Los que más éxito tienen son los temas picarescos, pero yo hago de todo: romances, coplas poéticas, jotas, titos, pasodobles, moliñeiras, de todo, y no sólo leoneses, también de Asturias, Castilla o Extremadura. -Lo sorprendente ha sido su maqueta, dos discos, uno con temas tradicionales y el otro una aventura con el rabel a «ritmo dance»... -Todo empezó en el bar Trébol, de León, donde toco a veces, y donde, en una ocasión, saqué tres cortes de dance y los mezclé con el rabel. Hay quien dice que suena como Hedningarna, no sé, yo creo que al rabel hay que sacarle todas, todas las posibilidades que tiene, aunque haya algunos ortodoxos a los que esto no les hace mucha gracia... -¿Ha estado por la montaña oriental, cuna de los últimos rabelistas leoneses? ¿Queda alguno de los más mayores? -Sí, he andado mucho por allí. En cuanto a los tradicionales, tenemos a Nato, de Boca de Huérgano. Pero me da la impresión de que, curiosamente, el rabel está allí algo denostado, era un instrumento para tocar en el monte y en la cocina, para tocar cuatro canciones pícarescas, para reírse. En esos viajes estuvimos con gente que, aunque tenía rabeles, no nos los quiso enseñar. -Incluirlo en grupos, tocarlo junto a otros instrumentos, todas las posibilidades están abiertas, ¿no? -Claro que sí. Es un instrumento que tiene mucha proyección, que se puede tocar junto a otros -prefiero acordeón y alguna percusión- y con múltiples posibilidades: como siempre va acompañado por la voz del músico, ¿por qué no una especie de cantautor de rabel , que haga sus propios temas? -En otras regiones, véase Cantabria, Asturias, con autonomía propia, estas cosas reciben múltiples ayudas. ¿Qué pasa en León? -Las instituciones tienen que apoyar todo esto; la Diputación empieza a hacerlo ahora. Pero lo que el folk leonés necesita sobre todo es ilusión, ganas, y gente que se implique en proyectos.

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