El éxodo de los beatos viajeros
Sólo dos de los manuscritos medievales que se copiaron en los monasterios de León y Castilla a imagen del Beato de Liébana permanecen actualmente en la comunidad
Enclavado en un paraje extraordinario, flanqueado por los Picos de Europa en su parte cántabra, se alza el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, atareado en estos meses con la celebración del Año Santo Lebaniego. En este cenobio, a finales del siglo VIII, se alojó un monje llamado Beato que adquirió gran fama por su obra Comentarios al Apocalipsis de San Juan , en la que interpreta a algunos de los principales estudiosos que en siglos anteriores intentaron explicar el complejo libro bíblico. El abad de Liébana escribió los Comentarios , cuya gran innovación fue la introducción de miniaturas o ilustraciones en las que reflejaba distintas escenas extraídas del Apocalipsis. Su riqueza cromática y belleza artística convirtieron a esa obra en uno de los principales logros literarios de la época medieval. La popularidad de su manuscrito fue tal que se extendió pronto por los territorios limítrofes. Así, durante las siguientes centurias, en los monasterios de los Reinos de León y Castilla se afanaron en copiar el Beato de Liébana, creando varias decenas de manuscritos medievales, la mayoría de ellos iluminados , es decir, incluyendo las miniaturas, cuya influencia se extendería también a la escultura y arquitectura románica que imperaba entonces. «Aunque se denominan copias, hay que entenderlas todas ellas como originales, puesto que cada uno es único», matiza Pilar Rodríguez Marín, directora de la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valladolid. Mil años después, en la actualidad todavía se conservan 26 códices a imagen del lebaniego -que asumirían el nombre genérico de Beatos-, a los que se suman varios grupos de fragmentos, según el Catálogo realizado por Mundó y Sánchez Mariana y comentado por García-Aráez Ferrer. Sólo dos de ellos fueron copiados fuera de la península y es de suponer que la mayoría de los conservados proceden de los monasterios de León y Castilla y fueron transcritos entre los siglos IX al XI (visigóticos) y del XII al XIII (prerrománicos). Dispersión De los 26 Beatos, cuatro carecen de miniaturas, aunque ninguno de ellos se escribió en la actual Castilla y León. Sin embargo, uno de ellos, procedente del Monasterio de Poblet (Tarragona), se guarda en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca. Se trata de un manuscrito de la segunda mitad del siglo XII, de 193 folios, y que pudo llegar a la capital del Tormes gracias al Conde Duque de Olivares en el siglo XVII. Tras diversos avatares, regresó a Salamanca en 1954. Este caso, sin embargo, es singular puesto que el éxodo al que se vieron sometidos, a lo largo de los siglos, estos apreciados códices medievales, se produjo habitualmente hacia fuera y sin regreso. De hecho, hoy en día hay que viajar a Nueva York, Londres y París para poder acceder a algunos de los Beatos más hermosos que dibujaron los monjes leoneses y castellanos. Aunque la procedencia es dudosa en ciertos manuscritos, los estudiosos sitúan en la comunidad la elaboración de 12 de los 22 Beatos iluminados que aún se conservan, pero sólo dos están aún entre las fronteras de la autonomía, en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valladolid y en la Catedral de El Burgo de Osma (Soria). A esto se suma el Beato más antiguo de los que se tiene constancia, atribuido al Monasterio de San Andrés de Cirueña, en La Rioja, y depositado en Santo Domingo de Silos (Burgos). Viajes sólo de ida La preponderancia de la Diócesis de León en el siglo X explica que varios de los primeros Beatos se atribuyan a monasterios de este Reino. Así, del Monasterio de San Salvador de Tábara (Zamora), ya desaparecido, salió la copia que custodia el Archivo Nacional de Madrid y también, posiblemente, las que se ubican en la Catedral de Zamora y en el Museo Diocesano de Urgell, todas ellas datadas en la segunda mitad del siglo X. También el Beato Magio o Magius, que toma el nombre del monje que lo escribió, tiene su autoría en un cenobio leonés, el de San Miguel de Escalada, en el siglo X. Este ejemplar, uno de los más bellos y probablemente la primera copia del lebaniego, posee 89 miniaturas y escritura visigótica, y se encuentra en la Biblioteca Morgan de Nueva York desde que lo adquiriera su fundador, Pierpont Morgan, en 1897. En el mismo lugar de la Gran manzana se ubica un Beato del siglo XIII, pintado en el Monasterio burgalés de Las Huelgas y que se supone copiado a partir del de Tábara que está en el Archivo Histórico Nacional de Madrid.