El autor de esta sátira es un judío cuyos padres huyeron de Alemania
Una comedia sobre Hitler divide Alemania antes de su estreno
Muchos denuncian que «Mi Führer...» banaliza la barbarie cometida por el nazismo
La comedia Mi Führer: La verdad más verdadera sobre Adolf Hitler , dirigida por el judío de origen suizo Dani Levy, divide Alemania días antes de estrenarse en la gran pantalla, entre los que creen que banaliza la barbarie nazi y los que consideran llegado el momento de reirse del Tercer Reich. Hoy se estrena esta sátira sobre el dictador austríaco en Essen, y el jueves saldrá a las pantallas de todo el país, pero ya arrecian las críticas en contra de la parodia de un Hitler que hunde barquitos de guerra en la bañera, tiene problemas de erección con Eva Braun y casi levanta compasión, sabedor de que su proyecto del Tercer Reich ha fracasado. «No creo posible convertir a Hitler en un hazmerreír, a no ser que seas un genio como Charlie Chaplin», dijo este fin de semana la judía Lea Rosh, promotora del monumento a las víctimas del Holocausto en Berlín, en referencia al Gran Dictador , la parodia sobre el siniestro dictador, que dirigió y protagonizó en 1940. El autor de esta nueva sátira es el judío, nacido en Basilea (Suiza) hace 49 años, Dani Levy, con una atípica carrera que comenzó en el circo, pasó por el teatro, y finalmente hizo su desembarco en el cine cuando volvió a tierras germanas, las mismas que abandonó su madre ante las huestes de Hitler antes de que naciera. El holocausto De hecho, en casa de Levy no se hablaba del Holocausto: «Mi madre odiaba el tema, hasta el punto de que crecí anestesiado ante la historia alemana, haciendo oídos sordos al pasado», explica el director. Con una decena de películas a sus espaldas, las dos últimas de temática semita, Levy cree que los alemanes «necesitan la risa como terapia, en un país donde está permitido todo menos hacer bromas sobre el nacionalsocialismo», como ha dicho en las múltiples entrevistas que ha concedido durante las últimas semanas. No obstante, Levy plantea la pregunta de cómo los alemanes pudieron actuar tal y como lo hicieron: «El nacionalsocialismo, de alguna forma, fue la rebelión de almas humilladas. Es lo más doloroso, que correspondió con el sentir. La gente fue apaleada en la calle, deportada, las chimeneas echaban humo, olía a carne quemada, es decir, muchos alemanes sabían lo que estaba pasando». Y para ello ha elegido directamente a un conocido cómico germano como Helge Schneider, el antihéroe tragicómico que da vida a Hitler como un pobre fracasado, sumido en una profunda depresión. Son los acólitos del dictador, sobre todo su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, los que creen todavía en una posible victoria y contratan al actor judío Adolf Grünbaum para que le ayude a preparar su última arenga.