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«Lo único importante en mi vida pasó antes de los 15 años; lo demás no importa»

Saramago publica sus recuerdos de infancia: «Pequeñas memorias»

El Nobel portugués asegura que todo lo que es se lo debe al pueblo junto al Tajo en el que nació

Publicado por
Tomás García Yebra - madrid
León

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El año 2006 ha sido para José Saramago «un infierno», pues estuvo varios meses sin poder controlar un molesto hipo que le impedía dormir. Le recetaron unos cuantos medicamentos. Las medicinas no le arreglaron la situación y, por contra, le provocaron diarreas. «De casualidad cayó en mis manos un libro con remedios mágicos de esos aconsejan las abuelas; el tal libro decía que lo mejor para el hipo es el vinagre». Sin mucha fe, Saramago se agarró a esa tabla de salvación y consiguió cortar el hipo en un santiamén. Semanas más tarde acudió a un congreso de medicina en Galicia. «Allí, ante 1.500 especialistas, proclamé a voz en grito que el mejor remedio para el hipo es el vinagre. Soltaron una carcajada. Al acabar la sesión se me acercó un médico y me dijo tímidamente que lo que había dicho era verdad. 'Amigo mío, ¿qué me va a contar usted a mí?', le respondí». A pesar de los achaques, el Nobel portugués, de 84 años, ha sacado adelante Las pequeñas memorias (Alfaguara), un volumen de 179 páginas (más un puñado de fotografías familiares) que rememora los 15 primeros años de su existencia. «Todo lo que soy se lo debo al pueblo en que nací», afirmó. El pequeño pueblo, casi una aldea, se llama Azinhaga y se encuentra en el centro de Portugal, cerca del Tajo. En 1924, cuando tenía dos años, sus padres emigraron a Lisboa y le llevaron con él. «La estructura de mi vida, el núcleo sobre el que se sustenta toda mi existencia, está en Azinhaga; cuando llegaba de la ciudad y me quitaba los zapatos, sabía que otro mundo me estaba esperando, entre los pájaros, los animales y toda aquella tierra con la que siempre he mantenido una relación muy profunda». Por eso -asegura con terquedad- no escribirá más libros de memorias. «¡No y no y no! Y si no lo cumplo digan de mí todas las maldades que quieran. Les doy permiso», sonrió divertido. «Lo único importante de mi vida sucedió en los primeros catorce o quince años. Lo demás no importa». Saramago distingue entre educación e instrucción. «Nosotros éramos una familia muy pobre, una familia analfabeta, pero lo más importante que he aprendido en esta vida me lo enseñaron ellos, mis padres y mis abuelos, de forma sencilla, con su modo de ser y de estar en la vida». Uno de los pasaje más entrañables de libro relata el momento en que el abuelo materno se fue despidiendo de sus olivos antes de morir. «No soy optimista ni pesimista; he procurado no hacer literatura y tampoco me he preocupado del estilo; hay momentos dichosos, pero hay otros, una media docena, duros, muy duros, momentos en los que sufrí y recuerdo con amargura».

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