El establo ilustrado de Alberto Manguel

Vive en un minúsculo pueblecito de Francia formado por seis o siete viviendas. Allí, pegado a su hogar, compró un establo para guardar y clasificar los 30.000 libros de su biblioteca. «Llegó un momento en que necesité elegir: si dejaba los libros dentro de la casa tenía que dormir en el jardín, si quería dormir en el dormitorio tenía sacarlos fuera», explicó Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948), quien acaba de publicar La biblioteca de noche (Alianza), un viaje por la pasión que le suscitan «esos objetos vivientes». La biblioteca como mito, la biblioteca como orden, la biblioteca como poder, la biblioteca como azar, la biblioteca como supervivencia o la biblioteca como identidad son algunos de los epígrafes que analiza este escritor porteño, nacionalizado en Canadá y afincado en Francia. «Guardo todos los libros, tanto los que compro como los que me regalan; a lo largo de mi vida sólo he destruido uno, American Psycho , de Bret Easton Ellis», afirmó este bibliófilo y bibliómano. «Regocijarse ante el dolor físico de las personas, sobre de las mujeres, me repugna». Medio siglo de colección El autor argentino lleva medio siglo coleccionando libros. «Antes, el poder de una ciudad se medía por el tamaño de su biblioteca, hoy esa escala se ha trasladado a los bancos». Dijo que hay tantas formas de organizar una librería como propietarios. «La primera gran división que hice fue idiomática; en un lado coloqué los volúmenes en inglés, que son mayoritarios, en otros los publicados en español, francés, italiano y demás idiomas; los hay en lenguas que no comprendo, pero me gustan como objetos». No posee 'joyas' en el sentido bibliográfico del término. «Uno de los libros que más quiero son unos cuentos de Kipling que me regaló Borges». El autor del Aleph tenía, según Manguel, una biblioteca muy pequeña, de tan solo 500 o 600 títulos. «Leyó miles de libros, pero no los conservaba en las estanterías; los conservaba en la cabeza». Leer en soledad En la biografía de los grandes lectores suele haber un primer libro que les deslumbra e incita a otras lecturas. En el caso de Manguel fue Alicia en el país de las maravillas . «Es curioso lo que me ocurrió con esta obra de Carroll ; me lo regaló mi padre cuando yo tenía seis o siete años y no me atrajo; tendría que pasar mucho tiempo antes de que lo descubriera». Esta es una de las razones por los que el autor de Una historia de la lectura se resiste a desprenderse de los libros. «Uno no sabe nunca cuando se le va a despertar el interés por un determinado escritor o por una determinada materia», argumentó. «Lo que no te interesa en una determinada época de tu vida te interesa en otra, y asuntos que te apasionaban dejan de hacerlo. Lo que nunca sabes es cuándo». Lewis Carroll, los hermanos Grimm, Borges, Blas de Otero y Miguel Hernández son algunos de sus autores predilectos. «¿Por qué conservo más poesía inglesa que francesa, más libros policíacos que de aventuras; pues no era muy consciente hasta que me puse a inventariar». Asegura que no los ha leído todos, «¡ni mucho menos», pero sí los ha abierto. «Abrir un libro es una forma de poseerlo».