Diario de León

Arco 2007, algo distinto

Más de 200.000 personas visitaron la última edición de la feria de arte contemporáneo de Madrid, que ayer cerró sus puertas tras cinco días, con un incremento en las ventas de un 15%

Imagen de una de las piezas que ha podido verse en Arco

Imagen de una de las piezas que ha podido verse en Arco

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Sibley Lavandeira Morán - madrid
León

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En más de una ocasión Lourdes Fernández, directora de Arco, ha declarado que éste iba a ser un año de transición, que el cambio verdadero llegaría en 2008, con Brasil como país invitado y una nueva ubicación dentro de Ifema. En efecto, tras el veinticinco aniversario de la feria celebrado en 2006 -la última edición dirigida por Rosina Gómez-Baeza- se han observado múltiples cambios, pero ninguna novedad radical. Haciendo un esfuerzo, se podrían resumir estos cambios en dos ideas básicas: redistribución y reducción. Y haciendo un esfuerzo un poco mayor, en una sola: concentración. Por un lado, ha sido visible una redistribución del espacio: más metros para las galerías, menos para las instituciones y ninguno para los chill-outs , tan denostados por los galeristas como agradecidos por el público general (sobre todo el sector joven). Y por otro, una redistribución del tiempo: una jornada más para profesionales y una menos para público general, cuya asistencia a Arco siempre es masiva y motivo de debate. En cuanto a la reducción, ésta se ha sentido en el foro de expertos en arte contemporáneo (que ha pasado de celebrar sesenta sesiones a veinte) y en los espacios comisariados que se han limitado a dos, Proyectos y The Black Box, frente a los cinco del año pasado. El primero dio fe de la notable presencia brasileña, siendo tres de los ocho comisarios participantes de dicho origen. Y el segundo, en principio dedicado al arte audiovisual, nuevas tecnologías y arte electrónico, se ha limitado a la primera de estas tres vertientes. Entre las propuestas resultaron especialmente destacables la sugerente obra de Grace Ndiritu (de la galería Vacío 9) y la intensa pieza de Christoph Girardet y Matthias Müller (de la galería Distrito Cu4tro). Aunque la selección, a cargo de Carolina Grau y Olivier Wahler, se compuso de piezas interesantes se han echado en falta propuestas más arriesgadas o, por lo menos, más variadas en un espacio que se supone dedicado a la innovación y la experimentación. El arte de los nuevos medios ha tenido una mejor representación en algunas de las galerías del programa general e, incluso, en los espacios institucionales como el proyecto «Arte y vida artificial, vida 9.0» de la Fundación Telefónica. En este sentido, una de las propuestas más completas ha sido la de la galería Bitforms de Nueva York, que cuenta con una segunda sede en Seúl. En su stand se han podido ver una pequeña escultura organiforme movida por software de U-Ram Choe, una pantalla mostrando imágenes grabadas minutos atrás por una minúscula cámara de Licoln Schatz, un lúdico vídeo del coreano June Bum Park y unas inquietantes interpretaciones de clásicos como la impresión digital «Laokoon» (Laocoonte) de Michael Najjar. Otro artista a destacar sería José Ramón Amondarain (en las galerías Estiarte y Tomas March), con unas pinturas que de lejos podrían remitir a fotografías de Thomas Struth o confundirse con los Film stills de Cindy Sherman, llegando a una muy ingeniosa apropiación de la estrategia de la apropiación, común en la fotografía contemporánea. Así como José Manuel Ballester (Distrito Cu4tro), el más que consolidado Tony Oursler (Soledad Lorenzo) y las presencias, casi canónicas en la feria, de Candida Höfer (Fúcares) y Julian Opie (Lisson Gallery). Tanto el programa general, como los proyectos comisariados y la sección de actividades culturales muestran una reorientación. Ésta se caracteriza por una concentración de esfuerzos en lo que es la feria propiamente dicho, en el mercado, en los coleccionistas, en los galeristas, en los actores del intercambio. Al igual que el material gráfico, que ha ganado en sobriedad y sencillez, la feria ha comenzado a depurar todos aquellos elementos que distraen del objetivo último de una feria comercial de arte contemporáneo y que, sin embargo, eran una de las particularidades de Arco frente a otras ferias internacionales. Algo que en sí no es ni bueno ni malo.

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