Diario de León

| Reportaje | El teatro Kodak se engalana |

Lo hispano invade la alfombra

Penélope Cruz está ilusionada, pero piensa que se va a quedar sin el Oscar a la Mejor Actriz. También aguardan ansiosos los directores de cortometrajes Borja Cobeaga y Javier Fesser

La española Penélope Cruz, atendiendo a los periodistas

La española Penélope Cruz, atendiendo a los periodistas

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Mercedes Gallego - los ángeles
León

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Hoy domingo, a las diez de la mañana, Penélope Cruz se habrá sentado frente al espejo, pondrá un deuvedé para matar el tiempo y dejará que peluqueros y maquilladores empiecen el tedioso trabajo de convertirla en una estrella de Oscar. A las tres de la tarde llegará a recogerla la limusina ecológica que ha elegido -«para que no sólo se hable de vestidos, que si todo el mundo cambiase su coche por un híbrido se ayudaría mucho al planeta»- y desfilará por la alfombra roja serena, porque no va pensando en ganar. Como ella, otros cinco españoles repetirán el ritual, más que nunca en la historia de los Oscar. Cuando juega el equipo de casa, gigantes como Martin Scorsese, a quien todas las quinielas dan el Oscar de la justicia después de ocho nominaciones, desaparecen en la fiebre patria. Y Penélope lo sabe. Por eso dice que hace tres semanas, cuando estuvo en España y oyó en cada esquina a alguien animándola a ganar, entendió por primera vez la presión de los futbolistas. «No voy a ganar, no os hagáis ilusiones porque no me lo van a dar», repite una y otra vez. Para ella el premio ya ha sido estar nominada, algo que de la noche a la mañana ha cambiado su carrera profesional. Desde entonces en Hollywood se la mira con respeto y le ofrecen papeles con un reto interpretativo que le traerá nuevas oportunidades de éxito. «Y ahora que ya he visto que es posible que te nominen, podré empezar a soñar con lo siguiente, que te lo den». La 79 edición de los Premios de la Academia ha desatado muchos sueños que parecían imposibles para el cine en español. Que se lo digan si no al mexicano Guillermo del Toro, que a sus 42 años lleva más de 20 en Hollywood «haciendo trabajos de asistente de dirección, de correveidile, de dibujante de story boards» y ahora, con su sexta película, El laberinto del fauno , desfilará por la alfombra roja como el hombre que ha batido el récord de taquilla en EE.UU. para una película en español. Sus cinco nominaciones se desparraman entre las categorías habitualmente reservadas para el cine anglosajón. «El tamaño de esta mesa», dijo flanqueado por 14 pilares de su película, «y la pluralidad de las nominaciones, demuestra que no son un culto al director, digamos a Cuarón o Almodóvar, sino un reconocimiento al trabajo de nuestros países». Los Oscar han ratificado su sueño de un cine panaméricano de coproducción con los países de habla hispana. En Hollywood, como guionista y director, le otorgaron «un racismo sutil que duele» e intentaron relegarle a trabajos plagados de tópicos latinos en busca del público hispano, sin darse cuenta de que «la única manera de hacer un cine universal es siendo profundamente particular». Puede que la magia del Oscar en la industria del cine no cambie su vida, pero ya lo ha hecho con gente como el compositor aragonés Javier Navarrete, líder en las apuestas a la Mejor Banda Sonora, que ya tiene agente en Los Ángeles, o los catalanes Montse Ribé y David Martí, que pueden recoger desde el asiento el primer Oscar de Maquillaje que recibe una película española, o los directores Borja Cobeaga y Javier Fesser, que han puesto dos cortos españoles en la lista de los cinco aspirantes a ese Oscar.

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