Diario de León

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Vuelve Watson, el amigo de Sherlock

Publican «La lámpara roja», los relatos que Conan Doyle dedicó a la profesión que ejerció durante quince años: la medicina

Un grupo de admiradores de Sherlock Holmes, vestidos de época

Un grupo de admiradores de Sherlock Holmes, vestidos de época

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Antonio Paniagua - madrid
León

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Arthur Conan Doyle (1859-1930) fue un hombre de lo más polifacético a la vez que un punto estrafalario. Aparte de ser el padre literario del detective Sherlock Holmes, cuya fama supera con mucho a la de su creador, este escocés aficionado al espiritismo y gran conocedor de África combinó la dedicación a las letras con la ciencia médica. Esta última faceta le sirvió para alumbrar relatos inspirados en ese oficio, historias con las que quiso rendir homenaje a su vocación por la medicina. Bajo el título La lámpara roja, la editorial Alba ha recuperado los cuentos de Conan Doyle que versan sobre galenos. Conan Doyle ejerció durante quince años la carrera de medicina en hospitales, en un barco ballenero y en consultas privadas. Durante la guerra que enfrentó al imperio británico con los afrikaners, Conan Doyle desempeñó el oficio de médico militar. Esa experiencia la plasmó en libros como La guerra de los Bóers y La guerra en Suráfrica , en los que alaba la intervención de su país en la contienda, lo que le fue recompensado con la concesión del título de sir. Basados unos en hechos reales y otros producto de su fantasía, estos cuentos revelan la maestría de Conan Doyle en la organización de la trama, la configuración de personajes y la disposición de estructuras narrativas que llevan al lector a rendirse a su talento literario. En La lámpara roja - dispositivo que en Inglaterra era señal de que el médico de cabecera estaba pasando consulta- hay evocaciones de tipos que el escritor debió de conocer durante el desempeño de su profesión inicial. Holmes y Watson Estos relatos muestran una faceta distinta del creador de Sherlock Holmes, cuyas historias Conan Doyle siempre consideró un género menor de su obra. También en esta saga hizo un guiño crucial a la ciencia de galeno con el personaje del doctor Watson, compañero de fatigas y contrapunto práctico del cerebral Holmes. Pese a ello, Sir Arthur se mostró siempre más interesado en la redacción de largas y alambicadas novelas históricas. Al escritor se le llegó a atragantar tanto su personaje estrella que lo hizo desaparecer en las cataratas de Reichenbach batiéndose el cobre con el pérfido Moriarty. Ni las súplicas de miles de lectores que clamaban por la resurrección de Holmes disuadieron a Conan Doyle.

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