Las visiones pictóricas de un optimista

Alberto Cavazos vuelve a León después de girar viaje a tierras tan exóticas como Egipto o Australia. Sin duda estos periplos viajeros han enriquecido su acervo cultural, pero no han podido mover ni un ápice sus principios pictóricos. El artista, que nació a finales de los años treinta del pasado siglo en México, sigue basando su obra en una interpretación absolutamente poética de la pintura. «Hay amigos poetas que me han dicho que mis cuadros son una estupenda inspiración para a partir de ellos escribir versos. O sea, que viéndolos nos saldríamos de lo habitual, y no sería la pintura la que ilustrara los poemas, sino que sería la poesía la que comentaría mis cuadros». Contemplando las obras que Cavazos presenta estos días en la galería de arte Ármaga, el espectador tiene una intensa sensación de paz. Las figuras de sus óleos o de sus acuarelas, apenas insinuadas en difuminados contornos, son una fuente inagotable de sugerencias. Quien mira debe poner mucho de su parte si quiere penetrar en la obra de Cavazos. Con el paso del tiempo sus colores han ido perdiendo bravura y ganando melancolía. Son las suyas pinturas que semejan esas tranquilas tardes otoñales de septiembre en las que el verano agoniza en una sinfonía de silencios y la imaginación vuela en busca de cosas bellas. Cavazos se define como pintor viajero. «Yo viajo pero nunca dejo de pintar, en cualquier momento tengo oportunidad hacerlo, bien sea en un avión o mientras espero en una estación, cualquier momento es bueno. Siempre viajo con mis cuadernos y mis acuarelas». El artista hace un pintura muy personal que es el resultado de «más de cuarenta años dedicado de cuerpo y alma a la pintura. En este tiempo he llegado a un estado en el que la marca de Cavazos queda patente en cada cuadro. Si trabajas mucho acabas teniendo unos personajes recurrentes a los que algunos llaman monstruos y a los que yo defino como amigos. Son figuras humanas inventadas que pueblan mis paisajes y que se han convertido en imprescindibles dentro de mi obra. Ellas son las que dotan de una personalidad concreta a mis cuadros». «Yo no me atrevería nunca a pintar una guerra o una escena presidida por la tristeza, porque soy una persona de naturaleza alegre, optimista ante la vida... y esto se refleja totalmente en lo que hago». Tiene razón Cavazos, en su pintura hay innumerables matices, pero nunca tiene cabida la tragedia. Es su obra una manera de disfrutar de la vida, es su forma de entender el mundo, es su manera de conocer a sus semejantes mientras dibuja incansablemente en sus cuadernos, a bordo de un avión, viajando en un remoto tren, o cuando camina en silencio por las recónditas sendas de los países más remotos. Lugar: galería Ármaga. Calle Alfonso V, 6. Horario: de lunes a viernes, de 12.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00; sábados, de 12.00 a 14.00.