«Nada debe permanecer oculto», sostuvo el escritor, quien perteneció a las SS en su juventud
Günter Grass: «Pensaba que Hitler iba a ganar la guerra y además lo quería»
Presentó en Madrid sus polémicas memorias tituladas «Pelando la cebolla» «La situación de las leng
«A los 17 años, cuando fui llamado a filas, pensaba que Hitler ganaría la guerra; lo pensaba y lo quería, como también pensaba que yo me convertiría en un héroe». Así de sincero y de contundente se mostró Günter Grass (Danzig, 1927) durante la presentación de Pelando la cebolla , unas controvertidas memorias en las que el premio Nobel alemán confiesa, entre otras cuestiones, su pertenencia a las SS. Cuando apareció la edición alemana produjo tal conmoción que el autor se sintió «linchado» por sus «enemigos de siempre», pero también recibió cartas de apoyo por la valentía de contar unos hechos que formaron parte de su vida y que no quería llevarse a la tumba. «Nada debe permanecer oculto», aseguró Grass. «Fue gratificante recibir cartas de compatriotas alemanes en que me confesaban que gracias a este libro han podido hablar abiertamente con sus hijos de lo que ocurrió en aquellos años; la lectura les arrancó el miedo a tratar unos acontecimientos que para todos fueron traumáticos», explicó el autor de El rodaballo . «No es bueno callar lo que te duele. Hay que contarlo, airearlo, para que no se gangrene dentro de ti». Grass se reprocha el no haberse hecho las preguntas que luego, de mayor, sí se hizo. «Un día desapareció uno de los profesores del colegio, pero yo no vi en aquello ninguna anomalía; otro profesor fue internado y luego volvió; tampoco me pregunté si había algo detrás». Y es que el escritor reconoce la fascinación que el Führer ejerció en miles de jóvenes. «Nos sedujo y nos dejamos seducir». Grass tuvo suerte, pues no llegó a disparar un solo tiro en los meses que estuvo en el frente. Entró en acción un par de veces, resultó herido y cayó prisionero en manos de los norteamericanos. «La suerte, el azar, juega un papel decisivo en las vida de las personas», comentó parsimoniosamente, mientras el humo salía de su inseparable cachimba. «Hubo compañeros míos que pasaron de la ideología nazi a la comunista en cuestión de días; yo tuve la suerte de conocer lo que era la democracia y de asimilar sus reglas del juego», explicó. «Si no me hacen prisionero hubiera pegado tiros y quién sabe lo que hubiera sido de mí». El libro comienza cuando el autor cumple 12 años y acaba en París, en el momento en que publica El tambor de hojalata , una novela que le hizo mundialmente famoso. «A mí me interesa la infancia de las personas, y especialmente la mía, porque ahí se gesta el futuro de la personas; quería escribirlo porque al escribirlo, aunque se idealice, también se reconstruye». Pelando la cebolla , que cuenta con un prólogo de su traductor, Miguel Sáenz, no sólo incide en lo que el autor vivió en la Segunda Guerra Mundial, también habla de sus relaciones con su familia, especialmente con su madre -a la que adoraba y cuya muerte le impulso a escribir en el exilio de París El tambor de hojalata -, de su primer amor o de los duros trabajos que le esperaban en la posguerra. Uno de ellos -quizá el más duro- fue desescombrar una Alemania completamente devastada. El escritor, que afirma que dentro de su alma no hay sitio para el odio ni el resentimiento, se sintió satisfecho de su vuelta a Madrid. «Aquí, en una buhardilla cerca de la plaza Mayor, terminé de escribir estas memorias». Fue en enero de 2006. Y las cebollas que aparecen en la portada fueron dibujadas a por el propio autor. «Me gusta tanto pintar como escribir». El premio Nobel y premio Príncipe de Asturias de las Letras vive actualmente en la ciudad alemana de Behlendorf. Allí escribe, pinta y esculpe. Cuando se siente criticado, vejado o vapuleado, acude a la novela Tristan Shandy , de Sterne. Es mi narcótico, un libro que siempre me hace reír». Al ser preguntado por temas tan variados como los de Afganistán, Irak o Israel, dijo: «Soy el autor de un libro, no el oráculo de Delfos».