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Las cornadas que no llegaron a ser, y las que tuvieron que ser atendidas

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León

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¿De cuántas cornadas se escapan los toreros cada tarde, a los ojos expertos del médico taurino? «El toro, generalmente, avisa. Y el torero no puede perderle la cara. A veces ves que le avisa, que el torero insiste, y piensas: dónde va. Porque el toro tiene sus terrenos, y el torero los suyos». La mayoría de las veces no ocurre nada. En la plaza de León (tocamos la madera del portón) han sido escasos los percances en esta década de espectáculos. ¿Los más fuertes? El del novillero que se cortó la arteria de la muñeca con el estoque. Y, desde luego, el neumotórax de Enrique Ponce. Un incidente sobre el que el equipo médico siempre ha guardado un respetuoso silencio, pese a la polémica que siguió al percance. «Ponce es un gran profesional, pero también muy popular. Y por tanto carne de papel cuché». Cuando el torero llegó a la enfermería no podía respirar, estaba claro que era un neumotórax. Se le anestesió para quitar el dolor y se le trasladó al hospital, donde les esperaban en urgencias. «Allí la actuación fue perfectamente correcta, le intervino una doctora que por cierto es aficionadísima a los toros, le hizo las pruebas correspondientes y le colocó un drenaje torácico». De hecho, al día siguiente Ponce estaba desayunando sentado en la cama. ¿Fue conveniente moverle? «Seguramente no, con las costillas rotas y el traqueteo de la ambulancia. Pero en Madrid no le intervinieron, se llevaron las pruebas y todo estuvo correcto». No quieren entrar en polémicas estériles, se recuperó y eso es lo importante. «Eso y que hay que reconocer que es uno de los más grandes toreros del momento». Las lesiones que más temen los cirujanos de la plaza de toros son las vasculares: «Los traumatismos arteriales y venosos son los que más disgustos nos dan, los que son más difíciles de controlar y pueden llevar a la muerte en un periodo relativamente corto». También las caídas y las lesiones de cuello. Estar tan cerca de donde se produce el pecance es fundamental. En las cornadas, el tiempo es vida.