Diario de León

Eloína Terrón y el realizador Chus Domínguez son los autores del trabajo de investigación

Un documental desvela el trabajo forzado de mineros en la posguerra

Preestreno de «Los campos del silencio» en un curso de verano que se celebra en Villablino Dos

León

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Los trabajos forzados de un batallón de 250 trabajadores en minas de Fabero durante la posguerra española salen a luz en el documental Los campos del silencio , que cierra hoy el curso Mina, Cultura y Sociedad que se celebra en Villablino. El realizador Chus Domínguez y la profesora faberesense Eloína Terrón, directora del documental, se adentran en un capítulo de las historia «subterráneo, como las propias minas» y silenciado en la memoria colectiva, incluso en la local, por el «poderoso efecto que el miedo ha ejercido sobre la memoria», reconoce el realizador leonés. Durante dos años, han recorrido con la cámara el camino que hacían los mineros presos desde los barracones levantados en Fabero, ya desaparecidos, a la bocamina que también está tapada, entrevistaron a hijos e hijas de los prisioneros, a mineros a libres que fueron testigos y han tenido que cruzar el Atlántico para recoger el testimonio de uno de los pocos superviventes, Vicente García, de 92 años, que vive en Argentina. También han seguido el rastro de los mineros en los archivos históricos y contrastado la información con expertos como Reyes Maté, investigador de los campos de concentración del nazismo, y el profesor de Historia de la Universidad de León, Javier Rodríguez, que investiga la represión bajo la dictadura franquista. El silencio es el hilo conductor del documental, «un silencio que afecta a lo más físico, a la mina y a los barracones derruidos», explica Chus Domínguez y cuya única explicación es la «larga represión a nivel psicológico que supusieron los 40 años de dictadura, sin que hubiera la oportunidad para que una generación siguiente a ellos destapara el tema». Benjamín Rubio, que fue enlace de la guerrilla y conoció de cerca a aquellos presos, participa en el coloquio que seguirá a la proyección del documental, a partir de las 12.00 de la mañana en las aulas de la universidad de verano ubicadas en las escuelas de Sierra Pambley en Villablino. Este silencio es más sorprendente, añade Domínguez, por cuanto la duración de la explotación de presos en las minas de Antracita de Moro y Minas del Bierzo se prolongó durante ocho años, entre 1939 y 1947. Al contrario, la memoria colectiva ha convertido en «leyenda negra» este capítulo de la posguerra, señalan los autores. La inconsciencia colectiva Por ello , Los campos del silencio «trata de recuperar la memoria sobre estos sucesos, sobre el sufrimiento a que se vieron forzados esos hombres y sus familias», al tiempo que «indaga en los mecanismos de construcción social de la inconsciencia colectiva». En 52 minutos de duración, el documental indaga también en los motivos por los que el régimen privilegió a las minas como destinatarias de esta mano de obra barata: «Las minas se habían quedado vacías y las cárceles estaban llenas de mineros, profesionales muy cualificados que trabajan desde el primer día a pleno rendimiento sin necesidad de aprendizaje», indican Terrón y Domínguez. La minería era un sector estratégico para el país, la única exportación que podía permitirse el régimen franquista. Y los trabajos forzados de los presos republicanos fueron maquillados como «una impecable relación laboral, en la que los presos pudieron redimir su pena. Ningún matiz que explique que aquellos presos lo eran por haber defendido la legalidad democrática vigente de la República», concluyen.

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