Directora de la Biblioteca Nacional
«Sólo he dejado de leer diarios de extrema derecha»
La escritora matiza sus declaraciones según las cuales se alegraba de que cada vez se lean menos periódicos y le asusta comprobar «que tanta gente tenga como objetivo recuperar el poder al precio que sea»
Rosa Regás (Barcelona, 1933) está harta de unos insultos que cada vez le afectan menos. Pero no se resigna a que la crispación ordene la vida política. En su despacho de la Biblioteca Nacional, a la sombra de un retrato de don Marcelino Menédez Pelayo, reitera que sólo se alegra «de que se vendan menos periódicos de extrema derecha», declaraciones que levantaron una gran polvareda. Pronto cumplirá un mandato que no renovará. Carece de aspiraciones políticas y se dice «satisfecha» de lo logrado a pesar de las críticas. Añora su vida de escritora, a la que regresará en unos meses. -Choca que la directora de la Biblioteca Nacional se alegre de que se vendan menos periódicos. ¿Es así? -Hablé de la manipulación que cierta prensa hace de algunas noticias, de las mentiras, descalificaciones y crispación que provoca la prensa de extrema derecha. Cuando dije que me alegraba de que se vendieran menos periódicos, me refería a los de extrema derecha. De los otros no he hablado. -¿No hay que leer incluso lo que escribe el enemigo? -Quien quiera que lo haga. Yo no. No leo prensa de extrema derecha por una razón simple: me inquieta demasiado comprobar que tantísima gente tenga como único objetivo recuperar el poder al precio que sea. Tengo cosas mejores que hacer. Soy una ciudadana normal que se siente bien informada con lo que lee. -¿Se insulta hoy más y peor que nunca? -No lo sé. Lo que sé es que encuentran razones para insultarme, como que soy mujer y catalana y que hay a quien le molesta mucho. Por desgracia he tenido que oír muchas veces lo de «catalana de mierda» en Madrid, donde vivo desde 1994 y nunca antes me habían insultado por sistema. Al margen de esos insultos contra mí, el ambiente de descalificación y manipulación informativa es tremendo. Se culpa de todo lo que ocurre al Gobierno, aunque sea un desastre natural. Jamás se habla de los logros, de los avances sociales que permiten la nueva leyes. -¿Le cuesta muchos disgustos decir lo que piensa? -Cada vez menos. Los insultos vienen de los diarios de extrema derecha que no leo. Me afectan poco. Y eso que alguien llegó a decir que lo que había que hacer con Rosa Regás, con sus hijos y sus nietos, era echarlos al mar con una piedra al cuello. El insulto personal, la descalificación literaria y la profesional son repetitivas. -¿La crispación se «cultiva» como arma política? -Creo que se alimenta para crear desconcierto y asco por la política. Para desacreditar a unos políticos que no harían más que pelear e insultarse. La consecuencia es el desencanto y la pérdida de confianza de la gente, que deja de votar. La derecha sí va a votar, haya o no haya crispación. Los que dejan de votar son los demás. -Y entre quienes no insultan, ¿hay un exceso de corrección política? -Lo que hay es miedo. Si yo tuviera ante mí una carrera política también tendría miedo. No sé si la gente se muerde la lengua, pero sí que se tergiversan las cosas. Tanto, que no es el acusador quien ha de demostrar lo que dice: es el acusado quien ha de defenderse. Eso es tergiversar el derecho más elemental. -¿Si le ofrecieran ir en una lista al Parlamento...? -Me lo ofrecieron y dije que no. Mi compromiso con Zapatero fue estar cuatro años en la Biblioteca Nacional. Es bastante. No tengo ninguna aspiración ni carrera política o administrativa por delante. Ni la he tenido ni la he querido tener. -¿Ha cumplido objetivos en la Biblioteca? -He trabajado muchísimo, y digan lo que digan quienes me insultan, la Biblioteca ha dado un gran salto y está a la altura de las europeas. Y lo estará más si puedo acabar los meses que me quedan. Si tengo algún mérito ha sido crear un equipo fantástico con personas que no conocía de antes, aunque me acusen de haber favorecido a amiguetes. La Biblioteca ha dado grandes pasos en su funcionamiento interno, en el plano jurídico, y en la apertura a la sociedad. -¿Ha contado con los recursos necesarios? -No hemos dispuesto de todos los fondos que hubiéramos querido, pero sí de bastantes más de los que hubo en la legislatura anterior. Hemos buscado patrocinios para llegar donde no nos permitía el presupuesto. -¿Le limita como escritora ocupar un puesto como este? -Absolutamente. Pero vamos, como a una madre le limita cuidar de su hijos. Para escribir necesito tener la mente libre, y ahora no la tengo. La Biblioteca es mi preocupación primordial. Puedo escribir artículos, pero no ficción. Lo he intentado y he fracasado. -¿Añora ahora su vida de escritora? -Sí. Pero, insisto: quiero acabar bien lo que me queda por hacer aquí, que me exigirá un esfuerzo doble. Estamos al final de la legislatura y la pienso acabar si no me cesan. Serán meses muy duros, con más descalificaciones y más insultos. -¿Qué balance hace de la legislatura? -Ha sido, quizá, la mejor de la democracia. Se han promulgado leyes importantísimas desde el punto de vista de la igualdad y la justicia. La guinda hubiera sido implantar listas abiertas. Creo que elegir personas ayudaría a los ciudadanos a participar más en al vida pública. -¿Está desencantada de la política? -No. Es el único terreno en el que se pueden hacer cosas.