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Biógrafo autorizado del Rey, escribió una treintena de libros y centenares de artículos

Muere a los 87 años el polifacético aristócrata José Luis de Vilallonga

Protagonista de una vida de leyenda, el escritor y periodista murió al lado de su ex mujer, Syliane

El escritor, actor y periodista junto a la actriz Julie Christie en 1965

Publicado por
Miguel Lorenci - madrid
León

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Aristócrata, Grande de España, políglota y elegante, seductor implacable, actor, escritor y periodista, monárquico crítico, biógrafo autorizado del rey Juan Carlos y personaje indiscutible de la jet set y habitual del papel cuché durante decenios, la vida de José Luis de Vilallonga, que se apagó definitivamente ayer jueves a los 87 años, ha sido tan intensa como legendaria y controvertida. Deja una treintena de libros, muchas polémicas y una fugaz aparición en decenas de películas. Hacía varios años que su salud estaba definitivamente quebrada, pero Vilallonga había encontrado refugio al lado de su ex esposa Silyane, su segunda mujer, de la que se había alejado tras una tormentosa separación. Ella fue quién a pesar de los desencuentros le acogió y le cuidó durante sus últimos meses de vida en la casa de Andraix, en Mallorca, donde había rehecho su vida y en la que Vilallonga halló refugio, calor y un lugar donde postrarse. Allí, confortado por la piedad de su ex pareja y el marido de ésta, el pintor Jorge Bascones, ha fallecido exhausto y arruinado el que fuera el «playboy latino». El rey Juan Carlos se apresuró ayer jueves a expresar su pesar por la muerte del polifacético personaje. José Luis de Vilallonga había nacido en Madrid el 9 de enero de 1920, en el seno de la aristocrática familia de origen catalán conformada por el barón de Segur y marqués de Castelbell -de quien heredaría el título- y la hija del marqués de Portago, que fuera alcalde de Madrid. Pudo morir en la infancia pero la suerte quiso que superara una grave enfermedad que le tuvo postrado casi dos años en una clínica. Una adolescencia difícil Rebelde desde la adolescencia, expulsado de todos los colegios a los que asistió, se negó a seguir el camino que el marcaba su padre, un catalán que había hecho carrera militar en la España de Alfonso XIII. Tampoco quiso entrar en la carrera diplomática, que retomaría años más tarde. Prefirió desde la adolescencia las letras y los viajes, pero antes tuvo que superar el tráfago de la Guerra Civil, que le pilló como bachiller en Francia. Regresó a España y se alistó en el bando nacional, en el que llegaría a ser integrante de un batallón de fusilamiento. De regreso a Barcelona, al final de la contienda, a principios de los años cuarenta comenzó a colaborar en publicaciones como Destino, Diario de Barcelona o el Noticiero Universal. Pronto se sentiría atrapado en la gris España de la posguerra y buscaría -tras retomar los estudios diplomáticos- nuevos horizontes en los más cosmopolitas ambientes de Londres, París, Buenos Aires o Roma. Diletante de casi todo, magníficamente conectado en los ambientes más selectos y aristocráticos de Europa y América, tan pronto se dedicaba a la cría de caballos en Argentina como se las apañaba para convertirse en actor.

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