OPINIÓN
Un destello de belleza
RECTIFICAR es de sabios. Así que el hecho de que la Fundación Sierra Pambley haya reaccionado y se convierta en la embajadora de la exposición en León es algo de lo que todos debemos congratularnos. No tanto por la muestra en sí sino por el hecho de que, de esta manera, la institución cumple con el espíritu del mecenas que con su bonhomía le dio su razón de ser. Si alguna de las grandes hazañas que llevó a cabo la Institución Libre de Enseñanza se asemejó al anhelo filantrópico de don Paco fue precisamente ésta. Tanto la Residencia como la Junta de Ampliación de Estudios o el Museo Pedagógico fueron, sobre todo, proyectos para la formación y promoción de las élites culturales del país, una manera de cambiar la orientación histórica de España desde su cúspide, de retomar el espíritu de la Ilustración, que tan endeble fue en España. Sin embargo, las Misiones fueron otra cosa. Fueron el intento de democratizar la cultura, en una peregrinación que trasladó la civilización a un mundo asolado por el olvido. Para ello se realizaron réplicas de Velázquez o Goya, se adaptaron las obras de maestros como Calderón o Cervantes, se proyectó en corrales y plazas de pueblo la magia de Charles Chaplin o la audacia de William Bruce y se dejó que la música de Mozart o Falla resonara en valles enseñoreados por la miseria. En resumen, las Misiones supusieron para miles de personas la posibilidad de vislumbrar un destello de belleza en una vida de indigencia. Y este fue, en esencia, el anhelo que movió la labor humanista de Sierra Pambley.