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| Entrevista | Roberto González-Quevedo |

«Pueden buscarme para ayudar, pero nadie me va a encontrar para herir»

Este autor vuelve a demostrar que es uno de los más grandes escritores en asturleonés de ambas regiones con «El Sil que baxaba de la nieve», siete personalísimas narraciones

Publicado por
E. Gancedo - león
León

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Parte de la mejor literatura en asturllionés -en este caso occidental, lo que durante mucho tiempo se llamó patsuezu - que se está haciendo actualmente la está escribiendo un leonés, el antropólogo, lingüista y profesor Roberto González-Quevedo: la sorprendente profundidad de su poesía y la múltiple sugerencia de sus cuentos ( L.lume de l.luz , Pol sendeiru la nueite , Pan d'amore ) se ve aumentada ahora con los siete relatos de El Sil que baxaba de la nieve (Ámbitu), libro que presentará el 24 de octubre, miércoles, a las 20.00 en la librería Artemis de León. -¿Qué supone, qué simboliza, el río Sil para usted y para su vida? -El Sil es un símbolo decisivo en mi vida. Y lo es porque se trata una referencia primordial. Yo nací en una casa que tenía dos ventanas: una daba a un hórreo y la otra recibía el rumor, el rugido a veces, del río Sil. Desde mi habitación siempre oí, durante todos los segundos del día, la voz del río: a veces una voz apagada, otras cantarina, la mayor parte una palabra furiosa y rugiente. Cuando regreso a Palacios, lo primero que oigo y lo primero que voy a ver es el río. Y sobre el Sil hay un puente romano que lo cruza y que nos lleva a los palaciegos al último viaje. -¿Y qué significado tiene en su literatura? -Cuanto más se acercan mis escritos a mí, más se aproximan al Sil. Incluso cuando el escritor evita hablar de sí mismo no puede prescindir de su alma. El Sil que baxaba de la nieve es una evocación consciente de los dos elementos de la naturaleza que han quedado impresos con más ímpetu en mí: el Sil eterno e implacable, el Sil donde nos bañábamos aunque en tiempos pasados bajara negro por el carbón, el Sil helado sobre el que alguna vez jugábamos de niños. Y el otro es la nieve, la que nuestros padres apartaban para que pudiésemos ir a la escuela y la que bajaba de las cumbres y se convertía en el agua del río. En el fondo, en mis escritos siempre han estado vivos los latidos del río y los copos de la nieve. Ahora los he hecho explícitos como el hilo conductor de las experiencias decisivas de una existencia. -¿Cuáles son esas experiencias decisivas? -Son muchas y pueden ser más. Yo aquí destaco algunas muy significativas, como el descubrimiento, cuando somos niños, de que no somos eternos: la revelación de la muerte y su consiguiente angustia. Otra experiencia es el hallazgo de que hay gente que se vuelve loca: el descubrimiento de algo tan oscuro como la locura. La muerte del padre y otros acontecimientos son otras materias fundamentales. -Sus obras sorprenden por la manera en la que consigue que el lector vislumbre esencias muy ocultas de la tierra y del hombre. ¿Sigue ese camino? -No sé si lo consigo, pero desde luego sí que lo pretendo. Y en esta obra especialmente: sobre el rumor del Sil busco que afloren las sensaciones que vienen de lo profundo del alma y, también, de la tierra, porque el alma está modulada por la tierra, por las costumbres, por los ritos y por los cambios que nos afectan de forma decisiva. Sobre los hechos aparentemente sencillos de lo cotidiano es donde habita, en mi opinión, lo esencial. Quizás esté equivocado, pero creo que lo espectacular y lo magnífico suele ser un adorno insulso. Los charcos de los días lluviosos, cuando yo ayudaba al cura a llevar el viático a un moribundo, esos charcos, por ejemplo, son para mí un paisaje esencial. -El ensayo, el cuento, el poema... este libro constituye un paso más en su producción literaria; ¿Quizás un peldaño intermedio entre cuento y novela? -Sí, este libro es un peldaño más y creo que se puede leer como una novela estructurada en siete episodios con un mismo destino. Se puede también leer como una sucesión de cuentos, pero en realidad no son independientes: son capítulos que desarrollan una lógica sensible unitaria. Incluso el último cuento o capítulo está situado en un futurible, pero marcado por la dinámica de la obra. Por otro lado, hace tiempo que trabajo en una novela diríamos convencional: te puedo decir que está ambientada en el mundo de la braña, mezclando el pasado y el presente. -Dos de los más grandes escritores en asturleonés de hoy son gente nacida en el ámbito occidental, cuya variante lingüística materna es la occidental: Xuan Bello y usted. Además, Xuan, con raíces leonesas. Esto debería hacernos pensar sobre la vigencia de una parte importante de nuestra cultura, ¿no? -No hay duda de que nuestra cultura, en el ámbito rural, está mucho más viva de lo que creen las personas de ciudad. Los propios protagonistas de esa cultura no son muy conscientes de ella, porque reciben una información fundamentalmente urbana. Yo creo que la cultura propia genera una sensibilidad especial y que esa sensibilidad resulta interesante en el mundo globalizado actual. -Le voy a preguntar sobre la dualidad de posturas que vivimos ahora mismo en esta tierra: unos, quienes detentan parte del poder municipal y van a implantar por primera vez en la historia la lengua tradicional en los colegios como asignatura extraescolar, abogan por separar al leonés como lengua, con una normativa específica; otros, que actúan de manera más individual, defienden la vigencia de la normativa de la Academia de la Llingua, con más de veinte años de experiencia. ¿Cómo ve el tema? -A mí sólo me interesa la contribución positiva: pueden buscarme para ayudar, pero nadie me va a encontrar para herir. Creo que hay personas muy valiosas en ambos campos: sólo con una actitud sectaria se puede descalificar a quienes trabajan por nuestra lengua, aunque tengan ideas diferentes. Tenemos excelentes políticos, excelentes escritores. Debería haber más unidad y más tolerancia. En cuanto a la Academia, creo que merece respeto: ha ayudado en momentos difíciles a muchos leoneses, de todos los sectores. También creo que la Academia debe convencer: sólo el convencimiento y el diálogo pueden llegar a legitimar el papel de la Academia. No hace falta decir que sería absurdo no respetar la especificidad de León y el derecho a decidir de los leoneses (¡por supuesto!). También hay algo fundamental: aunque la ciudad de León es importante y en ella se fragua el discurso ideológico dominante, tienen que hablar Laciana, Babia, el Alto Sil: allí existe una gran tradición literaria y esa realidad no puede ahora dejarse de lado. También los escritores y hablantes de esa zona tienen derecho a su especificidad, tienen derecho a decidir.

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