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León

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YA SABEMOS que las cosas de palacio van despacio, pero en este caso se trata de una urgencia y las urgencias no tienen plazos ni respetan el protocolo. Desgraciadamente, la Catedral lleva siendo una emergencia desde hace años. Demasiados. El hecho de que dos gárgolas se desprendieran en diciembre del año pasado fue un milagro que consiguió sacar de la inopia a los representantes políticos. La Junta espabiló y puso entonces en marcha un plan de restauraciones que se está cumpliendo. No puede decirse lo mismo de los compromisos del Gobierno. El problema de la cubierta de la Catedral es que no se ha tocado desde que se reparó tras el incendio de 1966. Es inconcebible que cada diez años se retejen las casas de vecinos y que el «envoltorio» que protege los tesoros de la Catedral haya tenido que esperar más de cuarenta. Medio siglo de incompetencias, durante los cuales nadie reparó en el peligro que corría el templo, leonés, pero de todos. Las cubiertas de la Pulchra deberían ser rehabilitadas antes de que comenzaran las heladas. Existen mecanismos que permiten salvar los trámites burocráticos para ocasiones en las que el tiempo (también el climatológico) es un problema. Va a hacer un año desde que la Catedral sirvió de ejemplo para la ley de Newton. Este año podrían cumplirse otros incuestionables de la física.