Diario de León

José Enrique Martínez: «Su poesía es como un río de aguas continuas, sin grandes cambios»

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efe | león

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En la jornada de clausura, además de la mesa redonda, pudo escucharse también al periodista y escritor Ernesto Escapa con la conferencia Residencia en el infierno y al catedrático de Literatura José Enrique Martínez con La poesía última de Crémer: decantación de una vida . Según Martínez, la poesía del decano «es como un río de aguas continuas, sin cortes de principio a fin», ya que sigue siempre una «línea característica, sin grandes cambios», con una constante «preocupación» por la problemática existencial, «la angustia de la vida y la muerte». «Si desde el punto de vista periodístico Crémer es un poeta de la ciudad y la provincia, es desde el punto de vista poético donde va a alcanzar resonancia universal y nacional», explicó el profesor. Desde la Guerra Civil, Crémer «ha participado prácticamente en todos los movimientos poéticos, no sólo con la revista Espadaña , que fundó en León, sino con sus libros». «En la poesía social formó parte de este elenco de escritores que verdaderamente hicieron caminar su obra con unos objetivos de redención del humilde y esclavo», afirmó el profesor, quien explicó que junto a Crémer han destacado «poetas tan importantes como José Hierro, Blas de Otero y Eugenio de Nora». El profesor de la Universidad de León diferenció tres etapas en su poesía, la primera la «existencial», en la que predomina el interés por la angustia de la vida y la muerte, hasta los años cincuenta del siglo pasado. La segunda etapa sería la de la «poesía social», en la que sin dejar de lado el existencialismo, se preocupa también por el hombre de España y la guerra. Siempre con los humildes En la tercera etapa se encuentra un Crémer «más calmado, con algo de melancolía sobre el paso del tiempo, con muchas muertes a cuestas, ya que a medida que uno cumple años va habitando en un páramo de muchas ausencias». Martínez ha destacado la importancia del libro de poemas Nuevos cantos de vida y esperanza (1952), en el que Crémer «deja atrás muchos tics que tenía, como el uso de palabras violentas y encrespadas». A partir de ahí, pasa a crear «una poesía sencilla, sin una denuncia explícita», y alcanza su culminación con la obra Tiempo de soledad , con el que ganó el Premio Nacional de Poesía.

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