El grupo de teatro Corsario representó una versión especial de «Los muertos de Celama»
Luis Mateo Díez alcanza la literatura eterna con un retrato de la infancia
El leonés conversó en Madrid, ante un público incondicional sobre «La gloria de los niños»
Con la foto en la portada de Bruno, el niño de la mítica película El ladrón de bicicletas, el leonés Luis Mateo Díez, el gran contador de historias de la literatura leonesa, ya desvela mucho de este La gloria de los niños , su último libro. Es también Mateo Díez, desde hace pocas semanas, un jubilado municipal de lujo en plena actividad creativa. Y guarda novedades, pero ayer le tocaba presentar en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, una novela que era como un asunto pendiente para el autor: la infancia, según indicó ayer. Frío literario La periodista Montserrat Domínguez actuó ayer de médium entre Luis Mateo Díez y el público en una sala a oscuras en la que se buscaron las confesiones de un novelista que maneja tan bien su lenguaje oral como el escrito. «Necesito atmósferas para escribir. En esta novela hace frío y yo pasé frío al escribirla», confesó para hablar de un relato en el que un niño sufre la encomienda más tremenda que puede recibir: ser maduro. «Eres un niño necesario», le dicen a ese niño. Y eso es una cosa tremenda, porque le piden que busque a sus hermanos», desveló el autor nacido en Villablino. Mateo Díez, entonces, explicó que el motivo de la portada de la novela, publicada en Alfaguara, se trata de uno de los personajes que más ha querido y admirado. El autor de El espíritu del Páramo indagó ayer, ante un público incondicional entre el que se encontraban personalidades como la diputada Carmen Alborch o el director de la Real Academia de la Lengua, Víctor García de la Concha, en ese territorio predilecto suyo que es aquel en el que la realidad se mira a través de la memoria. Pero en esta ocasión, La gloria de los niños quiere ser una historia de «los niños de muchas posguerras», advirtió. Un plural que sirve para retratar multitud de posibles vivencias en las que la infancia queda marcada. Así, todo cobra el valor de la intemporalidad y la irrealidad, sin caer en el surrealismo, como señaló el propio escritor. Pero lo que sí se autoreivindicó fue la perdurabilidad de su obra: «En la vida soy poco ambicioso. Pero en la literatura quiero ser eterno». Para completar la emotiva jornada, el grupo de teatro El Corsario representó una versión especial de Los muertos de Celama. Y para que la presencia leonesa fuera completa y exquisita, a este jubilado del Ayuntamiento de Madrid, que goza de una actividad envidiable, le quedó compartir y disfrutar de un buen vino de Villacezán, cecina del Consejo Regulador Cecina de León, cortada a mano, y todo servido con el exquisito gusto de José Quindós y Susi Nistal, del restaurante Formela.