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León

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MARTIN Amis es una fuerza de la literatura. Su genialidad resulta en ocasiones indecente, tanto que su obra no necesita de la voluntad del lector; es sujeto en sí misma. Hagan la prueba. Desde El libro de Rachel hasta Perro callejero , la novela del autor británico se caracteriza por el onanismo literario. Recurriendo a la jerga, la potencia creadora de Amis podría tildarse de wanker (masturbador). Pero no vayan a lo fácil. No es que el autor de Koba el terrible se deje guiar por la fuerza de la testosterona, sino que las suyas son letras autárticas y cuando decidimos abrir uno de sus libros, sabemos de antemano que vamos a convertirnos en un juguete, en mentes inanes, incapaces de disentir, de mantener un tour de force con su fulminante brillantez. Otra de las características de Martin Amis es su carácter aristotélico. El humor, la risa como parábola y catarsis de la sociedad se desliza de manera magistral entre las palabras de unos puzzles con tantas aristas como la vida. Como las silenas, el mejor Amis nunca tiene una sola cara, y consigue que lo posible y lo real vayan de la mano. Martin Amis resucita además el desencanto de la postmodernidad y, a medio camino entre Mercurio y un bufón, nos expulsa de la placidez de los últimos años del siglo XX, lanzándonos de nuevo a un escenario en el que sabemos que, aún a punto de haberlo tocado, el final de la historia ha vuelto a desaparecer. En fin, que se acabaron las vacaciones y Cándido debe regresar a casa.

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