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Fue muy crítico con el conservadurismo de su país pero llegó a apuñalar a una de sus esposas

Muere a los 84 años Norman Mailer, el gran fustigador de las letras americanas Candidato a alcalde, cineasta y manifestante

Dos veces premio Pulitzer, el escritor deja tras de sí una carrera plena de controversia

El escritor y periodista, fotografiado el pasado mes de junio

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colpisa | madrid

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Norman Mailer murió ayer en Nueva York a los 84 años de edad sin haber cumplido uno de sus mayores anhelos, escribir «la gran novela americana». A cambio, el escritor y periodista estadounidense, dos veces premio Pulitzer, satisfizo otros muchos. Durante seis décadas hostigó conciencias, zahirió a los poderes públicos estadounidenses, escupió sobre sus excesos conservadores y habló siempre como escribió, sin pelos en la lengua. Hijo de judíos acomodados, polémico, brillante y excesivo, apuró la vida hasta las heces. Las medias tintas nunca fueron lo suyo. Se casó seis veces, apuñaló borracho a una de sus esposas y deja tras de sí nueve hijos, cuarenta libros, espléndidos unos y mediocres otros, y un sinfín de reportajes y guiones cinematográficos. Norman Mailer, genio y figura. Mailer falleció de un fallo renal en el hospital Mount Sinaí de la Gran Manzana, según comunicaron sus representantes. Fue el epílogo de una larga serie de achaques respiratorios que en octubre aconsejaron su ingreso. Su avanzada edad complicó el diagnóstico hasta el desenlace final. Norman Kingsley Mailer nació en Nueva Jersey en 1923, pero se crió en Brooklyn, en un entorno social y familiar pronto estrecho para un alma febril. Con apenas veinte años y estudios incipientes de ingeniería aeronáutica en Harvard fue alistado y enviado Filipinas en la II Guerra Mundial. De esa experiencia nació Los desnudos y los muertos en 1948, para muchos una de sus mejores obras y una cumbre también entre los relatos sobre esa carnicería bélica. Tenía 25 años y el éxito de su primer título le colocó en órbita internacional, junto a otro niño malo de las letras estadounidenses, Truman Capote, coetáneo que empezaba a despuntar y que, como él, mezcló tumultuosamente vida y obra. También le catapultó a los ambientes contraculturales de los cincuenta, germen del movimiento beat y del hippismo posterior de los sesenta. Su vida se convirtió en un carrusel. Mailer, hombre de acción, bebía, fumaba -de todo-, se casaba, se divorciaba y, entre medias, entregó dos novelas, Costa Bárbara (1951) y El parque de los ciervos (1955) saludadas con desdén por crítica y público. Esa fue la tónica que mantendría toda su vida, una auténtica montaña rusa, arriba y abajo, ora éxito, ora indiferencia. Norman Mailer tardaría casi una década en volver a firmar un libro, Un sueño americano , en el año 1964, con tintes autobiográficos y con el que recuperó la gloria. Pero no fueron años perdidos. Con su nervio y mala leche característicos irrumpió en el periodismo de altura, sobre todo de corte político, y se ganó junto a Truman Capote, Tom Wolfe y otros la paternidad del llamado «nuevo periodismo». Mailer cubrió numerosas convenciones republicanas y demócratas, y siempre se jactó de haber servido en bandeja a J.F. Kennedy su triunfo electoral sobre Nixon con su reportaje Superman llega al supermercado . Fue también una época de contactos con Hollywood como guionista, que luego aprovecharía en una celebrada biografía de Marilyn Monroe, y fue también productor y director de varias películas olvidables. Además de la rubia de oro, otros retratados por su pluma afilada fueron Picasso y Lee Harvey Oswald, autor de los disparos que mataron a J. F. Kennedy. Durante décadas Mailer pudo con todo. Nuevos matrimonios y nuevos divorcios, arrestos por manifestarse contra la guerra de Vietnam, retos públicos a boxeadores profesionales y hasta una estrafalaria campaña como precandidato demócrata a la alcaldía de Nueva York a finales de los sesenta; propugnaba convertir la urbe neoyorquiina en el estado 51 de la Unión.