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| Reportaje | El clan de los «verbívoros» |

El ajedrez de las palabras

El vasco afincado en León Juan Carlos Ayala, un campeón del «scrabble», ha entrado en la nómina de los ocho españoles que participarán, en Bogotá, en el Campeonato del Mundo

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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Domina un juego tan subyugante y absorbente como el ajedrez y que se rige por reglas en algunos aspectos similares a las de aquel. Se le conoce como scrabble o «ajedrez de las palabras» y Juan Carlos Ayala, un vasco afincado en León desde hace quince años, lo conoce y lo juega como pocos. Clasificado en novena posición, hace unos meses, en el último campeonato de España celebrado en El Prat (Barcelona), Ayala ha entrado en la nómina de los ocho jugadores españoles que participarán en el próximo Campeonato del Mundo de esta especialidad en español, que se celebrará en Bogotá del 21 al 25 de noviembre, y en el que participan más de cien jugadores de 20 países. «Para mí -dice Juan Carlos-, asistir a los campeonatos del mundo en Bogotá es una experiencia única, ya que llegar a ellos desde una comunidad como la de Castilla y León, donde no existe ni un solo club de scrabble , es un auténtico milagro», apunta. Para que el lector se haga una idea de la popularidad de este juego en España, decir que salvo Madrid, Barcelona o Sevilla, el resto del territorio no cuenta con clubes especializados y los jugadores que destacan lo hacen casi por generación espontánea. Juan Carlos Ayala es uno de estos jugadores que comenzó a practicar este entretenimiento de la mente hace tres años en el bar Cuervo de León, cuando conluían sus partidas de ajedrez con algunos amigos. «Cuando vi que aquello se me daba bastante bien comencé a practicar y a aprenderme los significados de muchas palabras», confiesa Ayala, quien en poco tiempo de práctica por internet se convirtió en un experto jugador que compite con los mejores de España, y en breve con los más destacados del mundo. El scrabble es un juego de mesa que se juega en un tablero de 15x15 casillas y consiste en formar palabras sobre ese tablero. Cada jugador recibe un número específico de fichas (o letras), las cuales debe colocar sobre casillas numeradas. Las letras se encuentran igualmente numeradas, y por lo tanto, cada jugador obtiene por cada palabra formada un puntaje que depende tanto del valor de las letras empleadas como de la posición de dichas letras dentro del tablero. Se comienza en una casilla central que es doble de palabra y a partir de ahí su contrario debe colocar palabras al lado partiendo de una de ellas como un crucigrama. «En los torneos -señala Ayala-, tenemos el tiempo limitado por un reloj, como en el ajedrez, y jugamos a media hora cada partida». Aprender palabras del diccionario La preparación para un torneo de estas características es larga y se requiere mucha memoria para retener los significados de las palabras. «Busco muchas palabras en el diccionario de la RAE, el único homologado y por el que se rigen estos torneos. Se hacen listas de palabras y se buscan juegos nemotécnicos que te ayudan a memorizar las palabras válidas. Somos capaces de hacer listas de todos los verbos que posteriormente admiten un determinado prefijo (a-, in-, des-), lo cual permite alargar palabras ya existentes en el tablero. O buscar nombres propios que, sorprendentemente, sean palabras válidas. Por ejemplo, jugando en castellano con James Dean: james es el presente del subjuntivo del extraño verbo jamar (comer) y deán es un cargo religioso». La necesidad de discriminar unas palabras de otras obliga a los mejores jugadores de scrabble a actuar como los auténticos verbívoros que son: se inventan pequeñas historias con las palabras determinantes que les permitan retener en la memoria términos clave o de grafía dudosa, buscan las coincidencias más inesperadas entre lenguas. Un verdadero campeón de scrabble se asemeja muchísimo a aquellos monjes medievales que se dedicaban a buscar anagramas con las letras del Ave María. El scrabble nació a finales de los años cuarenta en Estados Unidos y fue perfeccionado por un arquitecto sin empleo, debido al crack del 29, al que siempre le gustaron los juegos se palabras; pronto se expandió por los países de habla inglesa y llegó a España de la mano de la firma Borrás, que lo comercializó en versión castellana y catalana. Actualmente se puede comprar en 17 idiomas.