Diario de León

«La Venus del espejo» regresa al museo por tercera vez en medio siglo

El Prado reúne treinta obras del Velázquez contador de historias

Pinturas mitológicas del genio sevillano dialogan con las de otros grandes maestros

Plácido Arango, Esperanza Aguirre, los Reyes, y el ministro de Cultura, César Antonio Molina

Plácido Arango, Esperanza Aguirre, los Reyes, y el ministro de Cultura, César Antonio Molina

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Miguel Lorenci - madrid
León

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Casi todo está estudiado, y muy a fondo, en la obra de Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660). El Museo del Prado afrontaba un gran reto para ofrecer una nueva aproximación a la obra del genio sevillano. Lo ha logrando estudiando en profundidad al Velázquez fabulador, al gran contador de historias a través de una magistral paleta de la que surgieron grandes obras de corte mitológico o histórico. Este es el logro de la muestra Fábulas de Velázquez. Mitologías e Historia Sagrada en el siglo de Oro, el segundo capítulo expositivo del programa del Prado tras la ampliación, que inauguraron los Reyes ayer. La venus del espejo, que de nuevo cede la National Gallery y que regresa al Prado por tercera vez en el último medio siglo, es sin duda la pieza estelar de la muestra que ha concebido y comisariado Javier Portús. Reúne en siete salas del edificio de Juan de Villanueva más de medio centenar de obras, 28 del ellas del gran genio sevillano y 24 firmadas, entre otros, por 17 grandes maestros inmediatamente anteriores o posteriores a Velázquez, y de algunos sus mejores contemporáneos, de Tiziano a Rubens pasando por Caravaggio, El Greco, Ribera, Zurbarán, Poussin o Guido Reni, además de las esculturas de Martínez Montañés o Gregorio Fernández. Entre los doce préstamos internacionales de Velázquez que recibe el Prado destaca La venus del espejo, que regresa a España 17 años después de su última visita en 1990. Las obras de la muestra reflejan el camino emprendido por el pintor desde 1618 hasta antes de su muerte, «unos años en que avanzó mucho pero también retuvo mucho», según el comisario. Para dividir estos años se han marcado tres espacios a través de tres colores diferentes. El primero muestra al Velázquez naturalista, «lenguaje que sabe adaptar y con el que demuestra que se puede actualizar el mito antiguo, como hace en Los borrachos ». Un segundo periodo profundiza en el Velázquez clasicista, en su viaje a Roma y nada más regresar a España, a través de sus obras religiosas de 1630-1636; y un tercer período, acerca al espectador al Velázquez más cortesado.

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