Infalible Cooper...

Ya no hay desajustes horarios, Cooper no tiene por qué ser un grupo eternamente joven (que lo sean las canciones), sino lo más joven posible, como todo el mundo intenta. Aquello era cosa de Los Flechazos, y ya pasó, pero este 2007 de Alejandro Díez y los suyos es la confirmación de que una banda española puede tener en la continuidad una de las señas de identidad. El público de ahora de Cooper, que lo tiene en cantidad y calidad, puede que ya no tenga una devoción tan atlética y que, en lugar de dar saltos, permanezca más tiempo en estado de hipnosis, quietos frente al artista, recitando letra tras letra con cara de satisfacción por pertenecer a ese planeta deudor de la escena mod, en su justa medida, y ya definitivamente en la órbita del gran pop de guitarras, letras y actitud que bien podría firmar Teenage Fanclub. Así ocurrió el viernes, en la sala Sol de Madrid y el sábado, en el Círculo de Arte de Toledo. Como en estos casos hay que acudir a los sabios, y David Saavedra, de la prensa especializada, lo sentenció en la cita madrileña: «El pop bueno es eterno. Como lo es el de Cooper». Y acerca de la hipnosis, remató: «Con los años, las cervezas cada vez sientan peor¿». Junto a un repertorio energético, con sus momentos correspondientes de reflexión, inundado de cultura pop, guitarrero, rítmico y sentimental, Cooper, infalible cuando pasa a la acción, con una banda a medida igual de acertada, dejó en Madrid una nueva descarga de música moderna y satisfizo a seguidores históricos y a los más recientes. Mezcló temas nuevos, de su Guárdame un secreto, última grabación, con otros más anteriores; sumó versiones clásicas, sixties y ochenteras, y demostró que su reloj musical está en hora. Que se puede viajar en el tiempo para llegar a las puertas de 2008 en plena forma musical si, como le ocurre a él, tiene en su maleta decenas de canciones buenas. Infalible Cooper.