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Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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ENTRAMOS en el tiempo de las despedidas, me decía hace pocos días un amigo. A Ramón quise llamarlo la Navidad pasada pero otra muerte se cruzó en mi camino y ahora toca el trámite de las palabras urgentes, del elogio escrito al pie de la rotativa. A principios de año, cuando su nombre fue injustamente omitido de una antología de escritores de esta comunidad y un puñado de amigos nos quejamos en los huecos que los medios aún nos dejan, tuve ocasión de mantener una larga conversación con este hombre, que se confesaba cansado y débil, pero que demostraba mantener una forma mental envidiable y se interesaba por el milagro tecnológico que me había permitido averiguar quién me había llamado aún teniendo el móvil apagado. Carnicer vivió intensamente un siglo complejo y sangriento, al que se enfrentó con los únicos recursos de su voluntad y su inteligencia. Su valía intelectual ha quedado impresa en un amplio catálogo de ensayos y libros de viajes escritos con la humana mirada del hombre íntegro que no oculta lo que ve y lo cuenta pese a quien pese. Alejado del circo literario, de sus camarillas y de la sociedad de bombos mutuos en la que se desenvuelve el ejercicio de las letras, Carnicer es autor también de un puñado de novelas honradas y bien elaboradas. Ahora es tiempo de despedidas y de volver a leer sus libros, la mejor forma de recordar a un hombre bueno que ayer murió lejos de las nieblas del Bierzo.

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