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Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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ESTE 2007 ha sido, por supuesto, el año de la guerra del fútbol, que ha demostrado hasta qué punto la televisión, el espectáculo, el deporte, el dinero y la política empiezan a ser, a veces, una y la misma cosa. Ha sido también el año de Escenas de matrimonio, una tira cómica elemental a más no poder, prolongación de un viejo producto que pasó sin pena ni gloria por la vieja TVE, pero que en Telecinco se ha convertido en un éxito arrollador. Ha sido el año de Yo soy Bea, versión autóctona de Betty la fea, es decir, un culebrón sobre otro culebrón cuyo final ya es conocido, pero que, pese a ello, ha sido el programa de más éxito sostenido a lo largo de todo 2007. Ha sido el año del susto para Antena 3, a la que se le juntaron unas cifras de audiencia muy bajas con unas cifras económicas problemáticas, pero que en el último tramo del otoño logró detener la caída con series como El internado o El síndrome de Ulises. Ha sido el año en el que TVE, por un lado, vendía sus barcos, por otro compraba barcos ajenos y por un tercero, en fin, fletaba cosas tan respetables como Desaparecida o Herederos. Ha sido el año del quiero y no puedo para Cuatro, que ya debería volar más alto; por el camino ha tenido fracasos sonados, como Gominolas, y otras cosas mucho más estimables, como los programas de divulgación. Ha sido el año de la dentición de leche de La Sexta, que muerde con dos paletas que son el fútbol y Sé lo que hicisteis; todo lo demás, apenas son indicios de lo que puede haber bajo las encías. Ha sido el año en el que tampoco funcionó realmente el Código de Autorregulación, pantomima de control de los contenidos televisivos donde los mismos que hacen la ley, hacen la trampa. Ha sido el año en el que la gente se conmovió por la muerte de una mujer tras aparecer en un programa de televisión y olvidó el episodio inmediatamente después. Ha sido el año en el que La 2 tampoco se convirtió en la cadena señera del servicio público. Ha sido el año en el que tampoco se arregló el problema de la dependencia política, ya lacerante, de los canales públicos, así estatales como autonómicos. Ha sido el año en el que tampoco entró la televisión digital, materia en la que los espectadores parecen más despiertos que las cadenas. Ha sido el año en el que tampoco creció significativamente el número de telespectadores fijos: cada vez más gente prefiere otras formas de ocio. Ha sido el año en el que las productoras exploraron nuevas vías de penetración audiovisual, desde Internet hasta el teléfono móvil, con resultados que aún es prematuro evaluar. Así cierra 2007. Nadie podrá aventurar que en 2008 las cosas cambien lo más mínimo.